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martes, 26 de febrero de 2013

Un poema de Adrienne Rich.

De ti regreso a casa con el primer destello de la primavera,
mientras resplandecen los anuncios conocidos,
el "Pez dorado", la "Casa de descuento",
la zapatería... Arrastro esta bolsa de comestibles,
me precipito al ascensor, donde
un compuesto y estirado hombre maduro
casi me cierra la puerta en las narices. "Por favor. ¡Deténgala!",
le grito. - "¡Histérica!", él masculla a mi lado.
Me arrastro a la cocina, dejo la compra,
preparo café, abro la ventana,
pongo el disco de Nina Simone Here Comes the Sun...
leo la correspondencia, saboreando un delicioso café,
escuchando espléndida música,
y ligero y cargado, mi cuerpo sigue aún lleno de ti.
Entre las cartas cae una fotocopia de algo escrito
por un hombre de 27 años, un rehén torturado en prisión:
He sido objeto de una tortura tan sádica en mis órganos sexuales
que el dolor me mantiene en constante desvelo.
Haz cuanto puedas para sobrevivir.
¿Sabes? Pienso que los hombres aman la guerra.
Y mi ira irremediable, mis incurables heridas
estallan abiertas por las lágrimas, lloro sin consuelo,
y ellos aún controlan el mundo,
y tú no estás ahora en mis brazos.

     (Adrienne Rich: "Antología poética 1951 - 1981", ed. Visor, 1986, pp. 87. Traducción de Myriam Díaz-Diocaretz).

"Lo incansable", un poema de Harry Martinson.

Pronto se cansa el hombre, la vida no se cansa.
Pronto se cansa el ojo, la luz no se cansa.
Con infinita desesperanza para ti personalmente
se arrastrará libre por la espesura la cabrilleante serpiente
en la eternidad de las eternidades, y el lagarto de luz
trepará por el tronco y verá los caminos de la luna,
que yacen palpitantes en todos los mares.

Un día cuando todas las cortinas se conviertan en noche ciega
y la muerte corte abruptamente todos nuestros conflictos sobre la forma
el sol besará miles de millones de hojas
pero jamás nos buscará a nosotros en la espesura.

Quizás encuentre caballos de río,
los pesados hipopótamos, los inmensos devoradores de nenúfares,
y murciélagos durmiendo cabeza abajo
en las guaridas embriagadas del eco de los cambios.
Pero jamás ha obtenido nadie una respuesta,
una corriente sin respuesta fluye, resplandece, arde.
Una corriente sin respuesta fluye, resplandece, arde.

Ejercítate por tanto en el arte de soñar lo bueno
tan totalmente que tú puedas ser lo bueno plenamente,
y practica el gran arte del consuelo
que reúne de nuevo el coraje de tu corazón.

Tiéndete a través de la duda la mano a ti mismo
y proporciona con ella a la tierra de tu nostalgia interior
una simiente de significado para los años de tu futuro.

Y modélate en días soportables
un arte propio del pensamiento que lleve tu grito
hacia días todavía más soportables
y tierras todavía más soportables.

     (Harry Martinson: "Entre luz y oscuridad" (Antología), ed. Nórdica Libros, 2009, pp. 127-128. Traducción de Francisco J. Uriz).

sábado, 23 de febrero de 2013

"Los malos", un poema de Carlos Salem.

Cuando era niño y quería ser un héroe
todo era muy fácil.

En la tele
los comanches eran los malos
los alemanes eran los malos
y después
los rusos eran los malos.

Una muchacha rubia y sudafricana
me contó bajo la luna añil de un verano patagónico
que los blancos eran los malos
y su piel desnuda brillaba bajo el agua del lago
como un fuego blanco.

Un viejo de donosti me explicó
que los españoles eran los malos.
La hermana de otra chica que
supuestamente
trabajaba en nueva york
limpiando escaleras en las torres gemelas
sabía que los árabes eran los malos
y cuando cae una bomba en gaza
los palestinos no dudan que los israelíes
son los malos.

Cuando me hice trotsquista
los estalinistas eran los malos
cuando robaba coches
los policías eran los malos
ahora que publico novelas
los cabrones
que venden millones de ejemplares
son los malos.

Sigo queriendo ser un héroe
pero por favor
que alguien me diga
antes de que sea demasiado tarde
dónde están
quiénes son
y si es que existen
de verdad
los buenos.

     (Carlos Salem: "Memorias circulares del hombre-peonza", ed. Ya lo dijo Casimiro Parker, 2010, pp. 24-25).

viernes, 22 de febrero de 2013

Dos poemas de Miguel Cabrera Pérez.

Mientras pelo
las patatas,

ella pasa
la aspiradora
y, por lo bajo,
canturrea

y éso me hace
- quién me lo iba a decir -
considerablemente feliz.

.....

ÉPICA

Había algo de épico.
Luego lo he leído
en algún poema.

Caminar solo
hacia la noche,
hacia el bar que la costumbre,
los vatios y la parroquia
dejaron convertirse
en el recinto sagrado
donde el mundo
podía ser otra cosa,
aunque sólo fuera
por efecto del alcohol
y el olvido aparente
del trabajo.

Sentarse de codos
frente a la barra
y pegar la hebra
con el primero
que se prestara,
en su mayoría,
hombres solitarios,
fracasados, desesperados
de toda laya, como yo.
También, es cierto,
alguna mujer.

Había algo de épico
en aquel respirar por la herida.

(Miguel Cabrera Pérez, en su muro de facebook).

miércoles, 20 de febrero de 2013

Mis tiranos favoritos (14).

     LUIS XIV (El Rey Sol)

     Ideó el primer Gran Hermano de la Historia. Con algún matiz: no era la audiencia la que decidía, sino más bien él quien decidía las audiencias. Además la casa resultaba un poco más ostentosa. Diecisiete mil hectáreas de chabola con bustos y esculturas de las caras, parterres aparatosos, una orquesta tocando sin cesar tras unos arbustos (su aspecto desagradaba al Rey, que sólo quería hilo musical y no las muecas del violinista) y guionistas de lujo: Molière, Racine y Corneille entre otros, esforzándose por sacar una obra original al día para entretener a los quince mil concursantes que había por ahí esparcidos con aquellas raras apariencias y rapeando por la nariz. Para un programa especial en honor a su querida Louise de La Vallière, titulado "Los placeres de la isla encantada", se escribió y estrenó el Tartufo nada menos. ¡A ver qué canal se atreve! Las cámaras del lugar eran enormes, pero lo único que gravaban en realidad eran los impuestos, así que había que seguir al favorito a pelo para apelar su favor. En el momento lever por ejemplo, que era cuando se levantaba, al que asistían unos cien cortesanos, o el chaise percée, para los más allegados y con agallas, que era cuando Su Gracia se sentaba en el trono tronante y hacía gases. Las técnicas eran aún embrionarias, pero no se perdían una, ni los pedos. También había expulsiones muy desagradables, de todo tipo.

     Luis hacía el paripé como le parecía. Esa era la única norma. Le encantaba el ballet - él fundó la Academia Real de la Danza - hasta el punto de realizar ejercicios de barra diarios, brincando y volando a su bola. Ejecutaba con habilidad el paso llamado entrechat à quatre, un salto vertical con las puntas de los pies hacia abajo en el que se cruzan cuatro veces las piernas antes de caer; claro que él podía hacerlo hasta cinco veces, era la bomba en bombachos, y así se cambió el nombre de la intrépida pirueta por el de entrechat royal. Por supuesto lo exhibía siempre que tenía ocasión - igual que a sus numerosas y variopintas amantes, con las que salía sin pudor a los salones, dicho sea de paso. Porque si uno quiere que su reality sea un éxito (y el suyo batió todos los récords, setenta y dos años duró) no basta con proporcionar un espectáculo usual al usuario, hay que dar comidilla, carnaza quiero decir. Y en eso el Rey Sol fue todo un adelantado. Había morreos y chismorreos hasta decir basta allí en Versalles. Naturalmente él imponía las tendencias y creaba la moda. Introdujo los conocidísimos pelucones con bucles, las mangas de encaje y desde luego el tacón Luis XIV, que por algo se llama así. Pero cuidado zapateros y botines del mundo: copiar su calzado se castigaba con la pena de muerte. Podían ponerse adornos, incrustaciones y lazos de tafetán horteras al gusto... pero tonterías las justas.

     De modo que era legendario su toque. No sólo en asuntos de indumentaria y amatorios, sino incluso para sanar. La cosa ya venía de muy atrás: desde que en el siglo V se le había aparecido un ángel a Clodoveo I revelándole que podía curar la escrófula con sus santas y reales manos, a los reyes franceses se les atribuía ese don curativo. Enrique IV les tocó el careto a centenares, y como Luis no iba a ser menos llego a tratar a mil setecientos individuos en un día. Se ve que era médico de familla. Lo que se dice un monarca absoluto, como una navaja multiusos de esas. Danzarín de ballet, vate, modisto nada modesto, hábil guitarrista; poder ejecutivo, poder legislativo, poder judicial... No había nada que no dominase. Todo se le daba. Hasta la Reina, su prima la infanta María Teresa, frotaba sus pequeñas manos y guiñaba sus pequeños ojos azules después de los ocasionales coitos - unos dos al mes, según las crónicas -, tras los que siempre iba a comulgar. Porque con un marido así de completo debía de ser pecado. Y mortal.


lunes, 18 de febrero de 2013

Dos poemas de Czeslaw Milosz.

Regalo

Qué día tan feliz.
Se disipó la niebla temprano, yo trabajaba en el jardín.
Los colibríes se detenían sobre las madreselvas.
No había nada en la tierra que deseara tener.
No conocía a nadie que valiera la pena envidiar.
Olvidé todo el mal acontecido.
No me avergonzaba pensar que era el que ahora soy.
En el cuerpo no sentía ningún dolor.
Al incorporarme, vi el mar azul y unas velas.

.....

Portal

Estoy ante un portal esculpido de piedra,
al sol, en la frontera de la claridad y la sombra,
casi sereno. Pienso con alivio: esto quedará,
y la frágil corporeidad morirá y no habrá nadie.
Toco el granuloso muro. Me sorprende ver
cómo acepto tan fácilmente la propia desaparición,
aunque no debería. ¿Qué tengo que ver contigo, tierra?
¿Qué me importan tus prados en los que bestias mudas
pacían antes del diluvio sin levantar la cabeza?
¿Qué me importan tus inexorables nacimientos?
Así pues ¿de dónde viene esta benévola melancolía?
¿Será porque la ira no sirve de nada?

(Czeslaw Milosz: "TIERRA INALCANZABLE (Antología poética)", ed. Galaxia Gutenberg, 2011, pp. 229 y 248. Traducción de Xavier Farré).

viernes, 15 de febrero de 2013

Mis tiranos favoritos (13).

     SADDAM HUSSEIN

     El año en que vino al mundo, 1939, a los niños más pobres de esa zona se les asignaba siempre el mismo día de nacimiento: el 1 de julio - para optimizar recursos como se dice ahora. Tuvo que pasar mucho tiempo hasta que pudo celebrar su propio cumpleaños, aunque lo cierto es que le robó la fecha a un tal Adbul Karim al-Shaijly cuando ya repartía la tarta, y según se murmura también le rompieron la piñata. Su madre era vidente. Le venían a la chola fogonazos del futuro frotando conchas, y durante el embarazo trató de arrojarse a las ruedas de un autobús gritando: "¡Voy a dar a luz al diablo!". Así... Su padre no, no era evidente. En general se le atribuye la fechoría a un tal Hussein al-Majid, claro que la historia es un poco como un culebrón venenoso, y aún se sigue especulando sobre su posible identidad, con más candidatos que en un casting para sacar los talentos. Dos hicieron las funciones: un marido-primo de su madre que le azotaba con un palo rebozado en petróleo y le despertaba a patadas voceando hijo de puta, y su tío Jairallah, que había estado en prisión por nazi. Fue éste el que ejerció mayor influencia, aunque decantarse debió de resultar difícil. No obstante, ya en el poder, Saddam ordenó publicar su libro como agradecimiento: "Tres cosas que Dios no debería haber creado: los persas, los judíos y las moscas". Un título muy juicioso en realidad, te ahorras la sinopsis y hasta las sinapsis.

     Dos décadas después, en 1959, estaba ya en los listos del partido Baas. Se había ganado cierta reputación de ganso, de bandarra diligente y dirigente, y puesto que la mayoría de los afiliados de entonces eran intelectuales de clase media, o sea, poco decididos y con opiniones dispares en lo tocante a disparar, andaban necesitados de gente con sus habilidades para descollar un poco y hasta descuellar mucho si hacía falta. Un gorila golpista. Su buena acción de ese año, y la primera de verdad sonada en su currículum, fue una emboscada contra el general-presidente Qassim, que tenía peligrosos coqueteos con los comunistas. Para entrar en los anales de los atentados, porque salió como el culo. Mataron al chófer, no a Qassim, y eso que gastaron pólvora como para volar Babilonia entera. Pero fatal: ráfagas farragosas, terroristas ametrallándose entre sí y disparates a lo bestia, que diría un argentino. Fue una cagada sangrienta. De hecho a Saddam le alcanzó un compinche, el sempiterno "fuego amigo". No tuvo que lamentar daños colaterales esta vez, aunque laterales sí: le hirieron en una pierna. Se largó cojeando y chorreando, igual que si fuese pitanza para vampiros, ahí tirando del pie como zopo y sus esperanzas en un pozo - que además en la zona los tenían como para exportar crudos. Aunque viéndolo ahora así fue como comenzó a ganar respaldos y a subir peldaños desde la base baasí. También a socializar con la cía.

     Dos décadas después, en 1979, fue nombrado Presidente de la República, aparte de Presidente del Consejo del Mando Revolucionario, Secretario General del Mando Regional del partido Baas, Primer Ministro y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Para tener una tarjeta de visita vistosa. El Presidente anterior y uno de sus mayores mentores, Bakr, fue obligado a dimitir alegando problemas de salud (muy previsibles por otro lado si no lo hacía). Poco antes su hijo Haytham había soltado unos cuantos balazos al aire en el despacho de Hussein gritándole traidor, pero se ve que no sirvió - tal vez debería haber atinado un poco más con los tiros, orientarlos. Hubo otras protestas. Uno de sus hombres más cercanos, Muhie Abdul Hussein Mashhadi, tuvo la descabellada idea de solicitar una votación. No mucho tiempo después se encontraba en una habitación con su familia, y se le ofreció escoger entre asistir a la violación de sus hijas y esposa y ser ejecutado bajo el cargo de espía israelí o bien colaborar sin alborotos. No le dieron papeletas, y el boleto aún tardaron unos días, o sea que debió de hacerla amordazado y a mano alzada la votación dichosa. Pero elegir eligió. Cinco días más tarde Saddam organizó la primera purga filmada de la historia. Puede que no tengan las mejores bibliotecas del mundo ni un equipo de fútbol virguero, aunque para ver un reality show contundente lo más directo es teclear Iraq: pura casquería. Salía él con traje de sastre y jeta seria, en plan árabe bravo, y fumándose un habano de los buenos en el centro de conferencias Al-Khuld, donde había ordenado reunir a todos los gerifaltes y delegados del partido. El humo del tabaco le tapaba casi el rostro, parecía una aparición. Entonces un menda llamado Taha Yassin Ramadan anuncia al auditorio el descubrimiento de un plan cruel y atroz: se trata de la introducción. El nudo es que los implicados están allí, en esa misma sala, y el desenlace que se lo van a enlazar a todos otra vez el nudo, pero al cuello y con un lastre. Algo por el estilo. Sale a la palestra el que quería votar, ya botando sin freno por dentro y medio cacareando en el careo, y delata hasta al apuntador siempre que no sea de los que apuntan con armas. Es como un bingo de venganzas, según se canta el nombre del degraciado agraciado salen dos guardias y se lo llevan a por el premio gordo. A sesenta y seis les tocó, por atreverse a ir más allá de la línea. El resto, luego, se ponen a sollozar el canguelo reprimido transformado en súbito subidón y a dar vítores - no sé si llamarlos espontáneos - al líder indiscutible. Saddam se conmueve, saca un pañuelo y se pone a enjugar sus pucheros de nuevo pachá, mientras con la otra mano sujeta el puro que aún le queda después del que les acaba de meter a los intrigantes. El resto del metraje son las ejecuciones, a las que se denominó democráticas porque todos participaron. Él puso el orden para disparar y las pipas. Muchos dirigentes se esfuerzan cada día por conseguirlo, pero hasta hoy ninguno ha logrado llegar a un nivel de televíscera como el que se alcanzó durante el gobierno de Saddam, las cosas como son. La programación era todo un excremento de guerras y escarmientos, con un tipo difícil de calificar cantando antes de las noticias - con un fondo pirotécnico: " Oh, Saddam, contigo / todo es bueno... / Alá, Alá, somos felices; / Saddam alumbra nuestros días...". Los de aquí no son más que vulgares imitadores; unos finolis al final, que se alteran si unos pollos tienen gripe o si patina para caer el patriarca. Porque sinceramente... ¿quién les ha conseguido las mayores audiencias de telediario en las últimas décadas?... Así de sencillo. Deberían ponerle su nombre a una asignatura de Periodismo.






jueves, 14 de febrero de 2013

El suicidio de Ganivet.

  " (...) Ganivet llegó a Riga en agosto de 1898. A los tres meses se suicida, dejándose caer a las aguas del Dwina. ¿Causas de esta fatal resolución? La crítica ha insinuado varias: manía persecutoria. Parálisis progresiva. Exasperaciones frecuentes y furiosas. Pero años antes, en Madrid, mientras preparaba sus oposiciones, en un baile de máscaras conoció a Amelia Roldán (la Martina Gómara de Pío Cid) y quedó profundamente enamorado de ella. Parece ser que los dos enamorados se entrevistaron en un piso de la calle Tetuán, 15. Las entrevistas se hicieron más frecuentes; los amantes aceptaron la realidad sin promesas de unión más firme y religiosa. Cuando ya estas relaciones eran más felices, amigos oficiosos hicieron a Ganivet ciertas revelaciones dolorosas (...).

  Gaivet salió apresuradamente de España. Parece ser que estando ya en Riga recibió varias cartas ardientes y suplicantes de Amelia, suplicándole el perdón y la reconciliación. No recibiendo respuestas de Angel, ella dispuso el viaje a Riga. Posiblemente Ganivet, temeroso de claudicar si se enfrentaba con ella, decidió quitarse la vida. Aun cuando no han faltado los críticos que afirmaran que los antiguos amantes se entrevistaron, esta afirmación es por completo inexacta, ya que en la tarde del 20 de noviembre, cuando llegó Amelia a Riga, pocas horas antes Ganivet se había arrojado a las aguas del Dwina, al hacer la travesía cotidiana del Consulado a su casa. Algunos pasajeros del vapor en que iba Ganivet se arrojaron al agua con ánimo de salvarle, y consiguieron subirle a bordo aún con vida; pero, apenas se repuso, con rapidez inesperada volvió a arrojarse, y su inmersión fue decisiva en las frígidas aguas del río".

  (Federico C. Sáinz de Robles, prólogo a "Granada la bella", "Idearium", de Angel Ganivet, ed. Amigos do Livro, sin fechar, pp. 11-12).

martes, 12 de febrero de 2013

Un poema de José Iglesias de la Casa.

  ¿Ves aquel señor graduado,
roja borla, blanco guante,
que nemine discrepante
fue en Salamanca aprobado?
Pues con su borla, su grado,
cátedra, renta y dinero,
es un grande majadero.
  ¿Ves servido un señorón
de pajes en real carroza,
que un rico título goza,
porque acertó a ser barón?
Pues con su casa, blasón,
título, coche y cochero,
es un grande majadero.
  ¿Ves al jefe blasonando
que tiene el cuero cosido
de heridas que ha recibido
allá en Flandes batallando?
Pues con su escuadrón, su mando,
su honor, heridas y acero,
es un grande majadero.
  ¿Ves aquel paternidad,
tan grave y tan reverendo,
que en prior le está eligiendo
toda su comunidad?
Pues con su gran dignidad,
tan serio, ancho y tan entero,
es un grande majadero.
  ¿Ves al juez con fiera cara
en su tribunal sentado,
condenando al desdichado
reo que en sus manos para?
Pues con sus ministros, vara,
audiencia y juicio severo,
es un grande majadero.
  ¿Ves al que esta satirilla
escribe con tal denuedo,
que no cede ni a Quevedo
ni a otro ninguno en Castilla?
Pues con su vena, letrilla,
pluma, papel y tintero,
es mucho más majadero.

  (José Iglesias de la Casa, en "Poesía burlesca", ed. Edimat, 1998, pp. 116. En esta edición, donde la encontré - y pagué por ella, ojo -, la letrilla está incompleta, brutalmente trepanada y con alguna errata de propina. Faltas de ortografía, para ser más concreto. No sé si burlescas también. Versión más fiable en bib.cervantesvirtual.com).

martes, 5 de febrero de 2013

Mis tiranos favoritos (12).

     ERZSÉBET BÁTHORY

     Isabel era condesa del linaje más principal de Transilvania. Vaya pavor, y no era para menos, su familia dejaba a los Drácula a la altura de párvulos. Su primo Segismundo, que recibió el Toisón de Oro de manos de Felipe II, casó con la princesa María Cristina de Austria, aunque no podía evitar aullar cuando la veía. También oteaba fantasmas en sus ratos libres. Su tío Esteban, Príncipe de allí, vestía regios abrigos de piel en plena canícula para deslizarse en trineo por las calles previamente pavimentadas de arena blanca, y su tía Klara asesinó a sus cuatro maridos, a uno ahogándole con la almohada. Eran siglos de endogamia los que cargaban en las neuronas. De hecho a su hermano ya le llamaban El Cruel a secas, por sádico - y que te apodasen así en los Cárpatos, en plena contienda con los otomanos, no era moco de pavo. Pero vamos, que podrían haber formado un coro de ricos histéricos, el Orfeón Danostierra. Y todavía había otros por ahí arrastrándose en sus curiosas oscuridades.

     En ciertos aspectos era una dama muy distinguida para la época. Hablaba cuatro idiomas y leía a Boccaccio y la más refinada literatura francesa (el Príncipe, aparte de tener un severo retardo, era prácticamente analfabeto, igual que la mayoría de los cortesanos y gentes de alta cuna). Para las fiestas se la rifaban, era pura sofisticación. Dieciséis castillos en Hungría, palacio vienés bien lucido, brocados, joyas tochas, consoladores de Venecia de los caros, aterciopelados en rosa o cristalinos... Se coloraba el pelo con cocciones de azafrán y camomila, diez frotaciones diarias, que sumadas a las otras con desvanecencias venecianas ya daban una idea del nivel de tensión al que estaba sometida. Sin embargo muchas veces las apariencias engañan. Tenía unas cefaleas fatales, ya desde cría. Dolores de cabeza irreductibles que le hacían gritar a lo bestia y que mitigaba procurando que alguien cercano sufriera y berrease más que ella. Ya con once años siempre iba abastecida de una sirvienta robusta para morderle el hombro y masticar un pedazo cuando le daba la venada, o más tarde de un pichón (pájaro) que le abrían en canal para ponerlo a desangrar en su frente. Su marido, el conde Ferencz Nadásdy, Beg Negro para los enemigos, recibía a veces en su empleo - era oficial empalador de primera - misivas con quejas sobre su punzante estado de mente, que debía de leer entre líneas de sarracenos atravesados, seguramente chasqueando la lengua. "¡Pues anda que las reverberaciones cerebrales que me dan a mí en esta mierda de curro! Si es que te quejas de vicio cariño...". También truquitos para usar con turcos, así como de ama de fortaleza sombría: "Golpea con un palo blanco una gallina pequeña negra hasta matarla. Pon un poco de su sangre sobre el enemigo. Si no está al alcance, pon la sangre en alguna ropa que le pertenezca". Todo ternezas.

     Había otros detalles mucho más delatores que no acababan de encajar con la imagen glamurosa de Isabel. Solía ir circundada por un pequeño séquito de esos que dejan una pestuza que no se quita, una tropa atroz. Tres nigromantes húngaras, un pipas con pinta de hechicero de charca, un gañán jorobado de los de manual, cuya función en los salones de rancio abolengo no estaba nada clara - salvo que lo de rancio se utilizase en un sentido muy liberal. Pero en fin, que resultaba cantoso el grupo, y con el agravante de que en la época Halloween aún no se celebraba. Además unos frailes vecinos de Viena declaraban que no podían dormir a causa de los horripilantes alaridos que salían de su palacio. Y que por las mañanas las criadas vaciaban en plena calle cubos repletos de agua mezclada con grandes cantidades de sangre. Qué chocante; si además no tenían ni gallinas allí... las habían matado a palos a todas para embrujar infieles. Algo olía a podrido aparte de aquellas rémoras tardogóticas que llevaba a su alrededor. El párroco de Csejthe, su residencia más habitual, afirmaba que por las noches se enterraban cadáveres de doncellas en circunstancias misteriosas; que el cura anterior, incluso, le había dejado una carta en la que decía haberles ayudado él mismo a deshacerse de nueve de una vez, y que por preguntar el motivo del fallecimiento al día siguiente habían intentado envenenarle con  una cesta de pastelitos. Yo creo que aquí hasta el doctor Watson habría empezado ya a encoger las cejas, y el ojete del canguelo. No obstante se trataba de una de las nobles más relevantes de la zona y la investigación se demoró mucho más de lo deseable. Se había impuesto una especie de omertá durante años con las muertas plebeyas, que ya salían hasta de debajo de las piedras, y sólo cuando las desapariciones se extendieron a jóvenes de familias más acomodadas, a las que Erzsébet reclutaba como pupilas, para ponerlas bien finas, el asunto comenzó a ser considerado por el Rey Matías. Con diplomacia al principio: se envió discretamente una especie de "comisión de investigación", como les dicen ahora, a ver si observaban algo turbio. Digamos que una auditoría de alaridos, parlamentaria, para hacer un informe informal. El propio Rey acudió, entre otros personajes de alcurnia.

     Se organizó un banquete navideño, relajado, de gran lujo. Isabel se explicó: que sí, que había ordenado enterrar muchachas, pero que todas habían sido víctimas de una enfermedad sumamente contagiosa, y que no existía otro motivo. Además no eran más que campesinas. No entendía el revuelo. Así conversando plácidamente llegó la hora del postre y pusieron en la mesa un opulento pastel. "Prueben, prueben... que para eso han venido". Se sirvieron grandes porciones a los asistentes, si bien algunos, los más cautos y avisados- como el Rey - no probaron la suya. Los que sí lo hicieron murieron al día siguiente en circunstancias poco edificantes, retorciéndose de dolor. Ahí ya se sacaron las cartas del sacerdote, al que Isabel acusó de ser un vulgar chumeta, una esponja de mistela y misterios. Lamentaba profundamente que algunos ingredientes de la tarta se encontrasen en malas condiciones, estaba consternada, muerta de vergüenza; claro que eso no demostraba nada en absoluto, y el resto eran insidias, céfiros sin fundamento y habladurías de aldea. ¡Delirios de envidiosos! Total, que el grupo regresó sin haber hallado pruebas delatoras. La condesa no escondía ningún atisbo de sospecha. No tenía mazmorras donde recluía a jóvenes rubias y lozanas para embadurnarse con su sangre y bebérsela a lo puerco, por calderos. No había sótanos allí con niñas encerradas sin luz ni alimento, llenas de costras y obligadas a comerse la carne de otras, antes de ser sometidas si sobrevivían a las torturas más espantosas que se puedan imaginar, y aun a las que no, por el puro capricho de la tarada más monumental de la historia. No era la mayor asesina sádica conocida, creadora de auténticos engendros para infligir dolor, como la llamada "doncella de hierro". No... Lo negaba tajantemente.