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viernes, 22 de marzo de 2013

Mis tiranos favoritos (17).

     SALOTH SAR

     Ya han llegado las privatizaciones. En el 2006 la compañía japonesa JC Royal adquirió por treinta años la propiedad de Choeung Ek - un campo de exterminio, con todas sus calaveradas y tibias frías - para engatusar con el horror a los turistas, que saben que les gusta. A unos doce kilómetros, junto a Tuol Sleng - un centro de interrogatorios, por llamarlos de algún modo - había hasta no hace mucho una cantina en la que camareras vestidas con un sobrio pijama negro servían la no menos sobria "agua de arroz" típica de aquellas circunstancias, a precio de paella para guiris seguramente. Tuvo que cerrar porque los supervivientes protestaron. Eran muy pocos pero gritaban como posesos. Luego en la zona de Along Veng, que vio arder su cadáver, las autoridades presentaron un proyecto para construir un hotel-casino y un museo dedicado a su persona, donde no sé qué tendrían pensado exhibir aparte de unas sandalias medio pochas, que era casi lo único que tenía cuando infartó o lo que fuese. Y para colmo, en 2007, un tenor mielódico inglés ganó el concurso televisivo Britain's Got Talent plagiando descaradamente su nombre artístico: Paul Potts, consciente de que ningún maoísta camboyano iba a reclamarle derechos de autor, ni ningún otro derecho en realidad como le oyesen bramar sobre amor unos segundos.

     A finales de los años sesenta la Casa Blanca decidió bombardear Camboya sin que se notase. Kissinger, que no recibiría el Nobel de la Paz hasta cuatro años después, por lo que aún no tenía ningún motivo para andarse con pijadas jipis, se lo comunicó así al general Alexander Haig: "Él [Nixon] quiere un masivo bombardeo de Camboya. Él no quiere que se oiga nada". Algún oficial mascachicle debió de hacerse la picha un lío - aunque las instrucciones se las traían, cierto - y en vez de "con discreción" ordenó "a discreción", porque al final lo que se hizo fue pulverizar todos los récords de lanzamiento de explosivos y hasta la última aldea de paso. Seis mil kilos por kilómetro cuadrado se arrojaron: de napalm, de artefactos racimo, de agente naranja... más que en la Segunda Guerra Mundial. O sea que sí se oyó el estruendo, los hubo que hasta se quedaron sordos. Menuda se montó. Los EEUU trataron de disimular el desaguisado. Kissinger aseguró incluso que se estaba bombardeando Vietnam del Norte dentro de Camboya. Claro que no coló. De Paz sabría mucho, pero de geografía ni puta idea. Lo que pasaba, claro, es que se ponían así de gallos porque entonces tenían un gobierno títere en la zona, tanto que hasta el nombre del presidente era un palíndromo: Lon Nol. Parecía una marioneta de verdad. Con plenos poderes, eso sí, entregaba a sus soldados camisetas bendecidas y subvencionaba tatuajes religiosos que protegían de las balas. Happy hour de tatuajes budistas y niquis santos para que no se note el fregado. Ése era el plan, sencillo. Pero no sé... quizá algunos deberían haber pensado un poquito mejor las cosas. Con calma, en un monasterio de esos con gong para llamar al lama, que los tenían a patadas. No digo quedarse allí de margaritos proyectándose, sólo pasarse una tarde en una estancia silenciosa con vistas a la selva tratando de alcanzar el trance. Tal vez de ese modo se habrían percatado de la que se había montado entre los pepinazos. Se estaban haciendo fuertes unos elementos a los que conocían como los jemeres rojos nada menos. Vamos... ¿no era ya para sospechar? Si le preguntas a alguien a qué se dedica y te dice algo semejante... ¿no te rascas detrás de la oreja? Porque antes de las descargas no eran muchos, apenas cuatro mil, y perdidos entre los matorrales. Pero vuélale al personal su chabolo de palo y los tres cerditos y verás qué mosqueo de pekinés se pillan. Te borran el tercer ojo a mordiscos si hace falta. Así que, de pronto, había mesnadas de mendas en traje regional y con AKs-47 saliendo hasta de las macetas de la jungla. Avanzando hacia la capital con muchas y muy malas purgas y el culo pelado de los fogonazos. Querían volver a los tiempos de Juana la loca como poco, al esplendor remoto, y por la vía rápida. Hacer un flash back así de sopetón y comenzar todos el "año cero"... ¿Te gusta o no?

     Pol Pot era el que tenía la voz más cantante aquí, el campeón de Kampuchean's Got Talent. Aunque él se sentía más como un Gran Hermano, y así aproximadamente se hacía llamar. Su plan era también sencillo: arrozales, a saco. Triplicar la producción de grano, y con el excedente hacer acero. Chanclas con los neumáticos, la irrigación a ojo, economizar en sanidad declarando las enfermedades ajenas imaginarias, vaciar las ciudades... Y sobre todo no comerse el coco, ni los pollos, ni ná. No estaba permitido matar verracos por ejemplo; pero bellacos a bloque, sin límite. Recalcitrantes, gafotas, subhumanos, gente contaminada por el transistor, refractarios al régimen o a la dieta... lo que cayese, ¡hasta dos millones! Ahogándolos con una bolsa para ahorrar además, o zurrándoles en la nuca con el azadón arrocero para repasarles después el gañote a cuchillo, que no estaban los tiempos para malgastar munición. Y es que lo que a Saloth le gustaba era ese tipo de vida tan campechana y kampucheana. ¿Qué podía haber más sano que el mundo rural para limpiar la mente y depurar bien? Todos ahí sudando huesudos o chorreando de humedad monzónica; pirándose de las culebras, la avitaminosis y los "microbios vietnamitas" y sin más ocio que esa intensa emoción patriótica por recobrar la antigua gloria de Angkor, el reino en ruinas. Lo extraño es que nadie se hubiese pispado antes de algo tan obvio y definitivo, fulminante. Tuvo que ser él. No en vano había estudiado electricidad en París gracias a un enchufe, conocía el percal de intelectuales y científicos y sabía que eran todos unos bandarras intoxicados sin remedio, buenos sólo para abonar. No gente tocada por el genio, ni tan siquiera capaz de vislumbrar mínimamente el próspero legado que sin duda él dejaría. Aunque quizá no a quienes pensaba, también es verdad.

   

   

   



   
   

"Prozac", un poema de Joan Margarit.

La luna es un hielo en el vaso de sombra
que me ofrece la vida. ¿Existe alguna historia
que no intente negar su tenebroso epílogo?
Pero el monstruo soy yo. No ningún otro
a quien pueda matar para salvarme.
La vida es, justamente, este desastre.
¿Cómo extirpar la culpa de las piedras
y parar el dolor dentro de un túnel?
¿Cómo sentir si, lejos en la noche,
está llorando nuestra hija muerta?
Los antidepresivos son como pesticidas.
Y el final de los cuentos siempre es falso,
para que ningún niño se suicide.

.....

                   PROZAC

La lluna és un glaçó en el vas de fosca
que m'ofereix la vida. Quina història
no prova de negar el seu tenebrós epípleg?
Però el monstre sóc jo, i no algú altre
a qui, per jo salvar-me, puc matar.
La vida és justament aquest desastre.
Com extirpar la culpa de les pedres?
Com aturar el dolor dintre d'un túnel?
Com sentir si, tan lluny dis de la nit,
està plorant la nostra filla morta?
Els antidepressius són pesticides.
Sempre són falsos els finals dels contes,
perquè no es suïcidin els infants.

     (Joan Margarit: "Casa de misericordia", ed. Visor, 2008, pp. 14 y 15. Traducción del autor).

martes, 19 de marzo de 2013

Un poema de Virginia Grütter.

¿Has visto alguna vez
dos gotas de la mar
dentro del mar?
Así vamos tú y yo
dentro del pueblo.
Nuestro más leve roce
se comerá las piedras
y nuestro movimiento
crea la tierra.
Por eso esta noche,
como si flotáramos
sobre el agua,
durmamos.

     (En www.alianzabolivariana.org).

viernes, 15 de marzo de 2013

"Corona", un poema de Paul Celan.

En la mano me come el otoño su hoja: somos amigos.
Pelamos el tiempo de las nueces y le enseñamos a andar:
el tiempo vuelve a la cáscara.

En el espejo es domingo,
en el sueño se duerme,
dice verdad la boca.

Mi ojo desciende hasta el sexo de la amada:
nos miramos,
nos decimos algo oscuro,
nos amamos mutuamente como amapola y memoria,
dormimos como vino en las conchas,
como el mar en el rayo sanguino de la luna.

Estamos abrazados en la ventana, nos ven desde la calle:
¡es hora de que se sepa!
Es hora de que la piedra se apreste a florecer,
de que al desasosiego le lata un corazón.
Es hora de que sea hora.

Es hora.

     (Paul Celan: "Amapola y memoria", ed. Hiperión, 1999, pp. 75. Traducción de Jesús Munárriz).

miércoles, 13 de marzo de 2013

Mis tiranos favoritos (16).

     ELENA CEAUCESCU

     Como comunista ejemplar que era demostró que tener un currículum académico como para enmarcarlo no está condicionado por las clases; que en realidad ni siquiera es necesario asistir a ellas para lograrlo si tu marido es el que corta el bacalao en el partido. Pasó de primaria a ingeniera en dos años, un salto evolutivo que ni el del sapo hasta el homo sapiens, y poco después, sin despeinarse ni mancarse con la manicura, defendió una tesis de título así como anestésico: La polimerización estereoespecífica del isopreno en la estabilización de los cauchos sintéticos, cuando en realidad no sabía ni leer correctamente las fórmulas químicas (al CO2 le llamaba "codós" por ejemplo, "codoi" en rumano, que significa "cola" - y también toneladas de chistes malintencionados). En su defensa es justo decir que no debió de resultar nada fácil. Menudo recado ponerse allí delante de la eminencia de turno con ese tocho infernal lleno de flechitas y octógonos bailongos y letras inconexas; con un texto explicativo, sí, pero ni con esas. Era bastante peor que montar un sofá del IKEA. De hecho falló en la primera intentona. Le salió uno de esos probos tozudos con gafas de culo de vaso que no estaba por la labor de aprobarla. El típico con mucho piquito en la materia. Quizá no había caído en la cuenta de que Elena sí sabía resolver ese tipo de problemas; los de especificar polímeros no, de acuerdo, pero ésos hasta con una venda en los ojos. Sólo con su particular tacto. Hizo que degradasen al moscón, que se le prohibiese publicar y se retirase su nombre del diccionario... y ya fue suficiente. El nuevo rector no tuvo la menor duda sobre su poderoso genio.

     Desde entonces fue ascendida a sabia oficial del socialismo nacional. Honorable doctora, personalidad eminente de la ciencia, bendita mujer inventiva, de los cielos la estrella más brillante vestida a la moda rumana, ¡símbolo eterno!...  Pasaron de escribirle los artículos a repetir epítetos como si les hubiese dado algo. Se hicieron incluso gestiones para que fuese galardonada con el Premio Nobel, en distintas candidaturas. Pero en Estocolmo se hacían bastante los suecos, no acababan de verlo tan claro. Ni siquiera su nueva aportación: una terapia anticancerosa con extractos de ajo. Se ve que no les convencía el olor. "También tengo de pino recién plantado". "¡Nör!". Le concedieron un buen puñado de honoris causa de consolación, eso sí, claro que todo el mundo sabe que ésos se los dan a cualquier espontáneo, si traes unas birras y el birrete no hay más que hablar: arrímate a la tarima. Le pasaba igual que a la sidra, que en cuanto cruza el Pajares se pudre, sólo que a ella con los Cárpatos y sus carpetas. Fuera de los dominios como que no se comía demasiado con el raciocinio. Y en ellos la población raciones de doscientos gramos al día.

     Era un poco vieja del visillo también. Igual que le podía la curiosidad científica le ponía el cotilleo, despejar incógnitas de todo pelaje. Cada viernes por la mañana recibía al general Pacepa, su gárgola amaestrada, que tan pronto pinchaba un teléfono como hacía de paparazzi mimetizado con el entorno o lo que se terciase. Así se enteró por ejemplo de que a una joven actriz llamada Violeta le gustaban los jóvenes atléticos. Bueno, desde el punto de vista de la química era un descubrimiento elemental en el peor sentido, aunque teniendo en cuenta que se trataba de la esposa del jefe de la diplomacia rumana bastó para desgastarle y poner a alguien más de su gusto. "¡Mira esa pícara!", le dijo al general sonriendo al oír los gemidos. Le entusiasmaba grabar cópulas clandestinas de la gente que estaba en la cúpula, hasta ese punto llegaba su afán investigador.  En realidad dedicaba más tiempo a las indecencias que a la docencia. Horas y horas de labor digamos meticulosa, que no siempre daban los frutos deseados, como cuando la esposa de un ministro no sólo se mantenía fiel a su marido, sino también al de la propia Elena, el Presidente. "El hecho de que pretenda ser la Vírgen María me pone enferma", bramaba, y le advirtió a Pacepa: "Tiene tres meses para arremangarle las faldas. Tres meses, durante los cuales quiero que se la grabe, se la fotografíe y se la filme. La quiero ver desnuda debajo de uno de sus hombres. Verla menear su precioso trasero hasta alcanzar el orgasmo". Hay que admitir que suena más ameno que sus estudios. Como es lógico también espiaba al novio de su hija Zoia, un periodista que andaba por ahí nada menos que en vaqueros - algo repugnante en su cualificada opinón - y al que hizo desaparecer; o mandaba elaborar si no expedientes sobre mujeres más internacionales y célebres, como Indira Gandhi, Golda Meir o la esposa de Jimmy Carter, con la que tenía un pique por un visón y a la que llamaba Señora Cacahuete. Un trabajo abrumador el suyo, sin descanso y en todos los campos, hasta en los de fútbol. En uno tuvo en cierta ocasión un debate de altura con la esposa del principal opositor a su marido Nicolás, aunque por el modo en que se expresaban parecía más una disputa y tú más. Allí estaban las dos en la tribuna soltándose de todo y a un tris de agarrase de los pelos. Los jugadores ya no sabían si seguir dándole a la bola o pasar, porque a decir verdad el público estaba pendiente del encontronazo atroz y no del encuentro. Fue más que notable, de matrícula de honor. Como para haberles enviado los vídeos de todo a los de la Academia Sueca.

lunes, 11 de marzo de 2013

"Al sol de Prestatyn", un poema de Philip Larkin.

Ven al sol de Prestatyn
decía riendo la chica del cartel,
arrodillada en la arena
y de ajustado y blanco satén.
Tras ella un cacho de costa
y un hotel con palmeras parecían
brotarle de los muslos y los brazos
extendidos para alzarle los pechos.

La pegaron un día de marzo.
Un par de semanas después era bizca
y le habían pintado unos colmillos;
le marcaron con saña enormes tetas
y una raja en la entrepierna, y entre los muslos
le habían hecho unos garabatos
que la dejaban bien abierta de piernas
sobre una polla tuberosa y sus cojones

con la firma de El Enano Thomas,
mientras que alguien había utilizado un cuchillo
o lo que fuera para apuñalarle
los labios con bigote de su sonrisa.
Era demasiado exquisita para esta vida.
Muy pronto, un gran desgarrón transversal
dejó solo una mano y un poco de azul.
Ahora hay un cartel de Lucha contra el cáncer.


.....

       SUNNY PRESTATYN

Come To Sunny Prestatyn
Laughed the girl on the poster,
Kneeling up on the sand
In tautened white satin.
Behind her, a hunk of coast, a
Hotel with palms
Seemed to expand from her thighs and
Spread breast-lifting arms.

She was slapped up one day in March.
A couple of weeks, and her face
Was snaggle-toothed and boss-eyed;
Huge tits and a fissured crotch
Were scored well in, and the space
Between her legs held scrawls
That set her fairly astride
A tuberous cock and balls

Autographed Titch Thomas, while
Someone had use a knife
Or something to stab right trough
The moustached lips of her smile.
She was too good for this life.
Very soon, a great transverse tear
Left only a hand and some blue.
Now Fight Cancer is there.


     (Philip Larkin: "Las bodas de Pentecostés", ed. Lumen, 2007, pp. 82-83. Traducción de Damián Alou).

martes, 5 de marzo de 2013

Dos poemas de Inma Luna.

La gran ola

Es muy probable que no haya otra manera
Vivir dispuesta a todo
No enfrentarse
No agotarse en la lucha
Abrazar lo que venga
Con las branquias abiertas
Con el filtro instintivo del corazón
Estar preparada para la gran ola
La que se lleva todo por delante
Para la caricia de la ola chiquita
La que hace cosquillas en los pies
Saber que cualquier cosa me puede pasar
Que no existe emoción que nos esté vetada
Hay que fortalecerse en la fragilidad
Concebirse en la espuma de lo humano
No quiero que este chapuzón me sepa a poco
He de explorar negras profundidades
Para alcanzar tesoros
Hacer el muerto para que la marea me acune
Nadar veloz para sentirme poderosa
Secarme luego al sol
Y descansar por fin
En una playa hasta que me desangre
Y así la arena y yo seamos sólo una

.....

Sueños infructuosos

Paso las noches soñando soluciones,
viajes que reparen el daño,
conversaciones que lo inmovilicen.
Sueño con besos que curen el sentido del tiempo,
que alegren la vejez
y devuelvan el brío.
Hablo con hombres sabios
con mujeres expertas,
rebusco entre brebajes, bebedizos y filtros,
cuezo patas de pollo y dientes de dragón,
bailo danzas salvajes alrededor de fuegos apagados.
Luego, escucho su voz al otro lado del teléfono,
la voz desconsolada de mi madre,
y no tengo ni una sola palabra que le sirva de alivio.

   
     (Inma Luna: "Existir no es otra cosa que estar fuera", ed. La única puerta a la izquierda, 2012, pp. 51 y 79).

lunes, 4 de marzo de 2013

"Suciedad", un poema de C.K. Williams.

Mi abuela me lava por dentro la boca
con jabón; ha pasado más de medio siglo
y todavía viene a mi
con aquella cruel, dura barra amarilla.
Todo por una palabra que dije,
que ni siquiera dije, sólo repetí,
pero Abre, dice, ¡abre la boca!
sujetándome la cabeza con la mano.

Ahora sé que su vida fue dura;
perdió tres hijos cuando eran bebés,
luego se murió su marido, también,
dejándola con hijos pequeños, sin dinero.
Me sostenía ante el fregadero para mear
porque nunca había sitio en el baño.
Pero, ¡oh, aquel jabón! ¿Fue quizá su acre sabor
lo que hizo de mí un poeta?

La calle en que vivía no estaba pavimentada,
un apartamento de dos habitaciones estrechas y
la fétida cocina en la que me cazó al acecho.
¿Me atrevo a admitir que después de aquello
nunca volví a quererla realmente?
Vivió hasta los cien, y ni así.
Fue una época triste, de penurias,
pero nunca, hasta ahora, la quise de nuevo.

.....

                     DIRT

My grandmother is washing my mouth
out with soap; half a long century gone
and still she comes at me
with that thick, cruel, yellow bar.
All because of a word I said,
not even said really, only repeated,
but Open, she says, open up!
her hand clawing at my head.

I know now her life was hard;
she lost three daughters as babies,
then her husband died, too,
leaving young sons, and no money.
She'd stand me in the sink to pee
because there was never room in the toilet.
But, oh, her soap! Might its bitter burning
have been what made me a poet?

The street she lived on was unpaved,
her flat two cramped rooms and a fetid
kitchen where she stalked and caught me.
Dare I admit that after she did it
I never really loved her again?
She lived to a hundred, even then.
All along it was the sadness, the squalor,
but I never, until now, loved her again.



     (C.K. Williams: "Reparación", ed. Bartleby, 2007. pp. 108-109. Traducción de Jaime Priede).

viernes, 1 de marzo de 2013

Mis tiranos favoritos (15).

     JORGE UBICO CASTAÑEDA

     Algunos le describen como un "liberal autoritario", y de hecho llegó al poder encabezando las listas del Partido Liberal Progresista. Él en cambio se veía más como Napoleón; afirmaba tener su mismo perfil, por no decir su misma jeta, y todo el palacio estaba decorado con bustos y cuadros del corso, siempre tan socorridos. Aunque es cierto que se esforzó en aplicar las llamadas (al menos hoy en España) políticas liberales, sin cortarse un pelo con los tijeretazos a derechos e izquierdos. Redujo a lo neandertal el gasto público, eliminó la autonomía de las universidades, reformó la sanidad (consideraba que los hospitales eran para maricones, en algunos ni siquiera había algodón y a la gente se la atendía en el suelo de los pasillos) y otorgó a los dueños del café y los chiringuitos bananeros licencia para matar, igual que si unos fuesen ceroceros y los otros cerotes. También sacó una ley "contra la vagancia" para fomentar el pleno empleo, que consistía en condenar a trabajos forzados a la gente sin oficio ni por supuesto beneficio. De ese modo, aparte de arreglar el sindiós de los indios, se hicieron numerosas carreteras sin falta de tirar de cartera, y sus buenas perras se ahorró con lo del asfalto a mano armada. En cuanto a eso de autoritario no sé... supongo que se refieren a que militarizó a los empleados de correros, a los escolares y la orquesta sinfónica, porque por lo demás todo era modernidad. Un paso adelante... ¡¡Ar!!

     No simpatizaba con los "hombres de pluma" en general el general. Consideraba a poetas y escritores gente vagabunda y mal intencionada - y en cuanto a los otros pues los enviaba por la vía rápida a uno de sus centros de salud, claro está. Aunque el repelús era extensivo a todo tipo de palabra o pensamiento escrito. Tenía una viciosa afición a quemar libros y legajos, piromanía con los ejemplares, hasta el punto de que en una ocasión ordenó una incineración masiva de archivos. Cuando fue invitado a visitar la Biblioteca Nacional se negó a asistir alegando que había que subir gradas. Era mucho más práctico prender una hoguera y subir los grados: economizar con cenizas. Además sentía una verdadera repulsión por los ladrones, radical. Una vez recibió al licenciado H. Abraham Cabrera, ex ministro del General Orellana, y se lo tuvo que decir... ¡se lo tuvo que decir!... "Todos los ministros de Orellana fueron unos ladrones". Así se lo soltó, sin vaselina. Y no hablaba en broma: hasta su secretario aseguró en sus memorias que era una compulsión auténtica lo suyo con lo de sisar. Cabrera se quedó casi petrificado y le respondió: "Ud. también fue ministro de Orellana". Técnicamente estaba en lo cierto, pero de todos modos Ubico le dio de hostias, me figuro que por un impulso de la fobia, o para que se fuese ubicando pero bien el licenciado huevón. El tercer grupo al que odiaba sin atenuantes era el de los contestatarios, y en especial a los comunistas. Claro que en esta clase de perfiles digamos muy napoleónicos eso es algo que viene de serie, además de ir en serio. Los consideraba una caterva que contravenía las leyes universales del comercio y la ventaja - aparte, por supuesto, de las suyas -, y no veía más solución que la de aniquilarlos o llevarles con los maleantes de la vagancia a esparcir alquitrán gratis. Ponerlos ahí bajo el sol guatemalteco a gratinar, a ver si se les quitaba la tontería contra natura; que una cosa era dejar que medrase el mercado libre y otra muy distinta permitírselo a los de los libros marcados.

     Tenía ciertas ínfulas de Salomón para resolver conflictos domésticos, casos polémicos de herencias, etcétera. A veces, hay que reconocerlo, con bastante perspicacia, como cuando a dos hermanos que discutían por la partición de unos terrenos les sentenció: uno que divida y el otro que escoja. Afirmaba que su justicia era la de dios, aunque ésto ya me parece una exageración. Cuando le daba el siroco abofeteaba a los acusados en su propio despacho, achantaba a los litigantes sin elegancia y hasta consiguió durante una audiencia que una maestra llevase a cabo una necesidad fisiológica a base de improperios y bramidos. Creo que es más exacto lo que declaró ante un periodista: "Recuerde que soy como Hitler y los japoneses. A mis enemigos los pongo contra una pared, los fusilo y después inicio el juicio".  Todo el mundo sabía que en realidad la mejor manera de que un proceso avanzase sin sorpresas así era enviar a una chica muy joven para encandilarle. La hermana, la hija, la prima, la sobrina, la nieta... lo que hubiese por casa. Aparte de hacer de Salomón ocasional también le gustaba zurrar la trucha, con más frecuencia, y muchos seguían el juego sólo para ahorrarse las tasas y honorarios de juristas en las gestiones, simulando broncas en plan cabrón con la más inocente y cenicienta de la familia. Mano de santo como se suele decir. Entre su personal más próximo había una "conseguidora" oficiosa, una especie de celestina. La Maciste la llamaban, una tiarrona de casi dos metros de estatura y pinta de Frankenstein cuya afición era componer marchas fúnebres. "Mater dolorosa" fue su single. Menuda tanqueta. Andaba por ahí con el pistolón al cinto y dándoles nalgadas a los más negligentes; nalgadas genuinas, tumbándolos en sus rodillas como a críos llorones a los criollos. Y sí, vale, era lesbiana... ¡aunque podría no haberlo sido! Hacía los apaños para empañar virtudes. Les sorbía la chola a las chorbas del gusto de Ubico con ofertas jugosas, discretamente pero a discreción también. No siempre con éxito, eso sí. Algunas se resistían a sus invitaciones y hasta a sus envites más tentadores. Una en particular rechazó primero un coche último modelo y luego un piso amueblado y una granja que le ofrecieron para granjeársela. Por lo visto estaba enamorada como un colibrí de un alto cargo del gobierno, y le guardaba el virgo o al menos fidelidad. Ubico entonces hizo que lo destituyesen. Sin más colorines ni colorados. Le dio la carta de los descartes y se buscó un sustituto y me imagino que una prostituta también. Al tipo le acusó de "no ser liberal".