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jueves, 30 de enero de 2014

"El buen salvaje", un poema de Félix Grande.

Llegué a creer que la felicidad
no es un asunto de los seres humanos
Y le llamé conocimiento
a una escarcha diaria y contagiosa
cuyo nombre es claudicación

Por todas partes me nacían camaradas
Veían grandeza en mi preocupación
llamaban madurez a mi infortunio
La miseria siempre ha gozado
de un raro y comunal prestigio

Ahora, cuando tu piel me dio el coraje
para agredir a la resignación
y bramar por la dicha en medio de las plazas

seres, instituciones, todo
me rehúye o me segrega
todo se aparta de mi lado, hiedo
Soy un peligro público que expande
la pestilencia de la libertad

(Félix Grande: "Biografía. Poesía completa (1958-1984)". Ed. Anthropos, 1989, pp. 348)

Diario (20)

30 de enero, 2014.

   Le han dado la patada a Pedro J. Ramírez. Una noticia insólita; seguramente es el primer redactor de ese medio al que despiden - o más bien cesan de su cargo, porque al parecer va a seguir vinculado al grupo editorial -  por llevar una línea desafecta y hasta desinfectante con el actual gobierno y su entorno. Como todo El Mundo sabe en casos así lo normal es que ni los contraten. No es, en cambio, el primer Pedro que niega hasta en tres ocasiones a su Señor. Existe al menos otro caso más o menos célebre. Aquél acabó llorando amargamente al darse cuenta, y si yo tuviese que pasarme el paro en compañía de Ágata Ruíz de la Prada, ¡mira lo que se me acaba de ocurrir!, creo que haría lo mismo. Aunque cada cual tiene sus preferencias, cierto, y como es sabido él no trata de ocultar al público las suyas y por eso precisamente se le conoce, por mostrarlas incluso con cierta exuberancia. Por no ser un hipócrita vamos. Claro que ha olvidado la regla de oro del neoperiodismo neoliberal: al mentor ni mentarlo. Pase lo que pase, contra viento y mareas. Predicar, o periodicar en su caso, la sofística y la sofisticación, y no incomodar al poder ni aunque nombren Ministro de Cultura a un tártaro saliendo de una tarta. Limitarse a mirarlo y achantar el mirlo. Sorprende en alguien tan profesional del asunto, y lo que me temo es que aquí no hay más que una lucha de poder por la hucha y que Pedro J. simplemente ha escogido su bando, o su banda, para ser políticamente correcto. Veremos si la suerte les sonríe y funda para ellos un diario que funcione, con estilo inglés, o una iglesia. Milagros mayores se han leído.

miércoles, 29 de enero de 2014

Diario (19)

29 de enero, 2014.

   El otro día encontré en la Cuesta de Moyano un ejemplar potable de "La aventura equinoccial de Lope de Aguirre", de Ramón J. Sender. Es una novela a la que hace ya tiempo que le había echado el ojo; tiene fama de ser la mejor que se ha escrito sobre el conquistador abollado, y eso que sobre Aguirre y su antiepopeya han corrido ríos de tinta y hasta de metraje. (O sea, que me la traje). Es un libro que se lee con gusto; bien documentado pero sin atosigar. Párrafos cortos sobre todo, frases directas y yo diría que hasta muy cinematográfico, en el sentido también de que te mete con habilidad en la historia que cuenta y en la otra, la que se escribe con mayúscula. Los diálogos están muy logrados además; recuerdo, por ejemplo, una intervención en uno de doña Inés, la mulata que ejerce de mujer fatal, cuando estaba ya liada creo que con su tercer gallego: "Me gustan los españoles. Querría ser la viuda de todos ellos". No lo consiguió pero por poco.

   Claro, hay que imaginar a trescientos barbudos mesetarios navegando durante meses Amazonas adentro. En busca de "El Dorado", el lago de oro. Un trecho largo. Dándoles mandobles a las ramas, descoyuntando y volviendo a armar bergantines, y puesto que eran españoles del dieciséis atizándose también sus buenos tizonazos, que allí el menos tarado estaba para ingresar en urgencias. Los indios motilones no podían ni soplar la cerbatana del canguelo con toda aquella tropa. No sabían lo que era el ganado caballar ni un granado caballero; los veían andar por ahí a arcabuzazos con los caimanes, a ñascos con los macacos y hasta las mariposas del río si hacía falta, y los pobres se acurrucaban en un rincón del poblacho con los mosquitos, por si las moscas. Se deshacían en reverencias y ofrendas para librar. Yo creo que cuando les indicaban el camino era más que nada por ver si se piraban bien lejos. ¿La dirección de El Dorado? No faltaba más... y la de la cueva esmeralda del tucán y su parienta la que canta si quieres... Por allí todo recto, paisa... ¡A trescientas y pico lunas!... Loros y papagayos se burlaban en la espesura de la jungla, aunque pa'gallos ellos, los gloriosos marañones. Venga, todos a remar con brío que he visto brotes verdes. "¿Está seguro vuesamerced?". "Joder, míralos Garcinúñez... Gordos como puños, y a puñaos".

   No es de extrañar que este episodio haya movido tantas plumas, de cacatúa incluidas. La biografía de Lope de Aguirre, cuyas andanzas van mucho más allá - participó en las guerras civiles de Perú, con coraje y después cojera; se cargó a un juez y luego persiguió durante años al funcionario que le había azotado; mató al gobernador de Potosí; proclamó a su bola y luego asesinó al Rey Fernando I el Sevillano; declaró abiertamente la guerra al de España... - da la impresión de haber sido vivida para novelarla después. Es uno de esos personajes en los que la realidad, solo pararse a pensarla, supera claramente a la ficción. Imparable, hasta el punto de que el propio Felipe II prohibió en su día citar su nombre y que fuese recordado. Aunque salta a la vista que el expediente tuvo tanto éxito como la expedición.



martes, 28 de enero de 2014

Diario (18)

28 de enero, 2014.

   Me tiene un poco acojonado lo de las palomas de la paz atacadas en la plaza del Vaticano. No faltará el clásico gacetillero de la orden que afirmará que son "cosas que pasan". ¡Pues a Noé no, oiga! ¡A él no le pasaban esas "cosas"! Problemas de fontanería los tenía, como todo el mundo, pero no me imagino la famosa escena bíblica con un cuervo y una gaviota saltando a degüello a por la palomita después de soltarla en el arca. ¿Qué vendría en los siguientes textículos? ¿Una polla gigante? Vale que lo que allí pone son parábolas, símbolos sujetos a interpretación... aunque de ahí a considerarlos ya trolas sin control hay un abismo vamos. ¿Donde dice "paraíso terrenal" qué debemos entender? ¿La Ley del Suelo? ¿Las Islas Caimán? ¿El Árbol de la Ciencia es ahora el pupitre de una escuela pública y la manzana prohibida la ausencia de becas para el comedor? "Si vuelves a tocar la fruta sin permiso te expulsamos, Eva... Mira: a Adán tampoco le dan". De verdad que no lo pillo. ¿Se tienen que jalar los lirios del campo? ¿Las palomas, también?... ¿Dónde están los teólogos cuando se les necesita? ¿Dónde Dios cuando hay necesidad? ¿Promocionando el libre albedrío - pero no elijas eso? ¿Esperando a que recapacitemos - pero os he creado idiotas? Como dicen las aves del cielo, y sobre todo últimamente: no me toques los huevos. Ya que va a orientarnos Ud. hacia el camino de la salvación y la gloria, cosa que me parece fenomenal, hágalo de manera competente, y yo diría que hasta con cierta premura. Ahora que cualquier centro comercial pachanguero puede trabajar los domingos no veo por qué no va a poder hacerlo también el centro del universo - o en caso contrario que contraten a otro, que habemus flexibilidad. Explique mejor aquello de que ni la esperanza ni la mismísima fe sirven de nada sin caridad, pero con claridad, eso sí. Que lo entiendan y lo interioricen hasta los listos de capirote que ponen cuchillas en las concertinas. Todos esos religiosos de pro que afirman que no hay que caer en el "buenismo", ni creer en las utopías. O sea: en lo que no se ha visto y solo se puede imaginar o sentir.


 

 


sábado, 25 de enero de 2014

Diario (17)

25 de enero, 2014.

   No es por pecar de ultrarracionalista, pero tengo mis dudas sobre si es Santa Teresa quien está defendiendo en verdad nuestros intereses. Que hay alguna clase de intercesión o interferencia está claro, pero no sé si será de tipo religioso o eléctrico-neuronal. Las posibilidades son siempre numerosas. Para empezar, podría tratarse de otro numen amoroso. No sería la primera vez. Durante la Guerra Civil, Francisco Franco recibía asiduas visitas de la madre Ramona Llimargas Soler, aunque sería más exacto llamarlas apariciones, puesto que ella, físicamente digamos, estaba siempre en otro sitio. Rezaban juntos el rosario y cosas así, y, aunque la señora solo hablaba catalán - vaya por dios - vocalizando despacito se entendían, hasta el punto de que el mismo Caudillo reconoció haber recibido de la asceta transubstanciada o lo que fuese un montón de avispados consejos para vencer en la Batalla del Ebro, así como para detectar a algunos masones y liberales que se habían infiltrado en su grupo de asesores. Solía surgir de pronto y sin previo aviso en los lugares más insospechados: en el coche oficial, en los paseos solitarios de Su Excelencia... en fin, donde a la beata le petase. Y en algunos casos produciendo terribles confusiones, porque algún militar allegado al Generalísimo, es sabido, llegó a pensar al verla que se trataba de, en efecto, Santa Teresa por ahí caminando. ¡Como iba de negro!... El error es comprensible, pero da qué pensar. ¿Y si Fernández Díaz ha equivocado también a la santa abulense con la monja bilocada? Catalana, no lo olvidemos, y sin la menor idea de hablar castellano... Tengo para mí que, antes de lanzar las campanas al vuelo, sería mejor cerciorarse, no sea que esté practicando algún tipo de doble juego, además, claro está, de los desdoblamientos. No digo yo que todo un Ministro del Interior vaya a rebajarse a tomar las huellas dactilares, pero quizá sí podría tenderle la mano la próxima vez, hacer que ella la tienda también y ver si todo está como debe. Incorrupto quiero decir.

miércoles, 22 de enero de 2014

Diario (16)

22 de enero, 2014.

   Cuando ayer hablaba del clima, obviamente no me refería solo al clima. Cierto que con la edad voy prefiriendo cada vez más los días de sol, siempre que no sean bochornosos en exceso; un sol tirando a septentrional o de septiembre, templado, más sobre un paisaje verde o marino que árido. Pero al hablar de la claridad, de la luz, se trataba de un posicionamiento no tanto meteorológico como estético, y referido fundamentalmente al contenido más allá de la forma. A la belleza que revela - o rebela - en lugar de la que oscurece. A la que nos recuerda la urgencia de curarnos y vivir mejor. Sencillamente.

   Desprecio sobre todo la palabra que ampara la crueldad y hasta la justifica. No digamos ya la que se regodea en ella. Las excusas biológicas, históricas o bíblicas para hacer el cabrón, para someter a toda clase de vilezas al más débil, alegando que se trata de una esencia humana o un mal menor, cuando no de un derecho económico o una fuente de beneficios... Ese tipo de intelectual con tanta supuesta clase, y tan poco magisterio, es el único quizá que sinceramente me repugna. Los que para tener razón necesitan robársela a otros, amilanando con citas más que iluminando conceptos. La maldad no es otra cosa que la peor manifestación de la estupidez, la más violenta y taimada... pero nada más. No hay ninguna sabiduría en ella, ni nada que aprender de esa extrema ignorancia por mucho que se extiendan o giren argumentos. Las maravillas de la ambición; la guerra como impulso al desarrollo industrial y financiero; la sempiterna "lucha por la supervivencia" de las especies... ¿Pero es que no se han dado cuenta de que el planeta está a un paso de explotar con todos dentro? Hace falta ser gilipollas profundo, vamos...      

   
 

   

martes, 21 de enero de 2014

Diario (15)

21 de enero, 2014.

   Recién llegado del gimnasio. Liando un pitillo. Últimamente el cielo estaba como agua de fregar, de un gris agresivo, y soltando chuzos con avaricia además; aunque hoy ha escampado y si bien no puede decirse que haga calor, porque no lo hace, al menos sí hay claridad, luz reconocible y prometedora - supongo que llamarla prometeica ya sería exagerar.

   De adolescente me sentía más inclinado al claroscuro, al clima gótico y hasta macabro. La estampa otoñal y tal, con el cielo encapotado y toda la orquesta de ocres. La adolescencia es una edad incivilizada - es lo mejor que tiene - que añoramos el resto de los años, pero con un criterio infame también. Excesivamente impresionable y dada al melodrama sin cuento, a los hundimientos titánicos y por supuesto a las pajas. Es tiempo de darle a la manivela que da gusto, de sentirse distante y distinto, hasta que la vida te da de hostias y te deja o bien atorado o te enseña a torear. No hay otra.

   Ahora es la luz lo que prefiero. Un sol tibio, temperatura suave, y el juego o incluso el jugo de los colores. Más allá de lo físico quiero decir, estéticamente también; ahondar en lo siniestro y lo frío es algo que cada día me produce menor interés. Naturalmente está ahí, pero me la suda, salvo que lo sufran quienes no lo desean. Es como la cáscara del plátano, que no te la comes; lo mondas y la mandas directa a la basura. Pues igual con lo perverso: que lo justifiquen como ley en sus cátedras y hasta lo idealicen otros si quieren. Quizá algún día crezcan... Veremos con el tiempo, y si hay luz suficiente, porque sin ella imposible.

 

 

lunes, 20 de enero de 2014

Diario (14)

20 de enero, 2014.

   Las ideologías son como goma de mascar. Hay quienes las hinchan hasta que les estallan en la jeta; otros en cambio las rumian sin cesar hasta que pierden por completo el sabor. Por seguir con el símil, y hacer un chiste malo de paso, casi podría decirse que las que más se compran son las dementes. Nunca me he fiado un pelo de los oradores de raza. Estos tiempos de incertidumbre, además, son idóneos para que afloren toda clase de tronantes y chalados. Partidos de nuevo cuño dando la coña de siempre, para ver si nos tragamos el chicle o lo que haga falta. Renovadores vendiendo la eterna moto, sin otra meta que arramplar con los escaños que a buen seguro les van a quedar descolgados a los habituales, porque es evidente que lo están haciendo fatal. Así que todos a poner la corbata de paramecios y la sonrisa para necios. El cazo descaradamente, a ver qué cae.

   Una de las propuestas más recurrentes que se oyen para la gran regeneración política es que España siga siendo España. Reespañolizar, por así decirlo, España; que se haga más compacta, con pactos o sin ellos, y conseguir así una perfecta cristalización de la españolidad, para que nadie se avergüence de pregonarla en las reuniones o incluso de madrugada y borracho si le sale de la chorra, a gritos por la calle: "¡¡Soy español!!". Existe, al parecer, una profunda preocupación por saber qué sería España si dejase de ser España, cómo podríamos llamar al nuevo reino sin reírnos... ¿Ex paña? Miedo me da. O porque nos confundan quizá con suajilis o mongoles, cosa que en varios foros ya empieza a ocurrir de algún modo - aunque hay que reconocer que tenemos altos cargos que despistan. Al verlos no siempre confían fuera. Durante la Segunda República, por ejemplo, quisieron definir a España como una República de trabajadores, y además de los previsibles problemas internos hubo que bregar con el pitorreo internacional. En Ginebra, en una reunión del Consejo de la Sociedad de Naciones, Lerroux y el resto de los delegados patrios llegaron una hora tarde a la sesión, y cuando entraron se oyó exclamar con el reloj en la mano a Briand, el entonces Presidente: "Voilà les trabailleurs...", mientras todo el mundo se partía la caja. Lerroux, al sentir el cachondeo, pidió explicaciones al tipo que tenía en el sillón de al lado, aunque como se las dio en francés no entendió un pijo y solo se le ocurrió decir: "Ah, claro, claro... No faltaría más". Y eso que en aquellos tiempos los políticos estaban sin duda mucho mejor preparados. Hoy dirían algo como: "¿¡Eiiin!?", mientras el otro mandatario les entrega una cajita de emanems para que piquen. Pero que no pare, claro que sí... Por orgullo que no quede.


viernes, 17 de enero de 2014

Diario (13)

17 de enero, 2014.

   Ayer me hicieron unos análisis, y hoy me toca tomar la tensión otra vez. Por lo visto la tengo un poco disparada, y mucho me temo que van a hacerme pasar por el tubo - y no solo la sangre. Me espera una dieta atroz, sin café, ni azúcar, ni sal, ni grasas... ¡nada! Las plantas de los tiestos tendré que comerme. Al parecer Paul Léautaud solía anotar las cifras de su tensión sanguínea en su Journal Littéraire. Eso he leído, no sé. Otros lo hacían con el color del cielo, los almuerzos, sus cópulas o los whiskys que se pimplaban - al menos los que podían recordar - así que tampoco es tan extraño. Las obsesiones son algo serio y perfectamente rastreable en buena parte de los escritores, y muy especialmente en sus diarios, bitácoras, dietarios o como quiera que los bauticen. En ellos es más difícil escapar, mantener por mucho tiempo ficciones y hasta imposturas. Son las secreciones cotidianas, latentes, y de ahí que el género sea tan relevante. Muestran las pequeñeces de muchos grandes autores, y a veces, también, son hasta insoportables.

   Recientemente traté de leer los de Pavese, pero los dejé a la mitad. Acabó poniéndome enfermo con su desamor recurrente, venga a machacarse las neuronas con aquella profesora de matemáticas que le plantó y los suicidios potenciales. Estaba, de verdad, muy mal de lo suyo, y como además en esas páginas se desnudaba bruscamente y sin filtros llegaba a ser angustioso, y más todavía sabiendo cómo acabó todo. Fue un poeta espléndido, auténtica élite, y por momentos casi me daban ganas de meterme en el libro para darle una colleja, sacarle de esa espiral degenerativa o algo. "Eres la hostia, tío, no te quemes así...". La sensación de impotencia me resultaba muy desagradable y al final, cansado de verle en el pozo, cerré el volumen de un golpe y lo devolví a la estantería. El libro es como una joya horrible.

   Pla, diarista ilustre donde los haya, vivió muchos años también obsesionado con una mujer: una tal Aurora Perea. En sus carpetas de manuscritos y cuadernos aparecía de manera constante, casi cada jornada apuntaba una o dos líneas sobre sus cartas - si llegaban o si no -, aunque en su obra publicada no hay manera de rastrearla. La señora había emigrado a Argentina, y el portero de un hotel recuerda haber visto a Josep llegar ese día abatido, como un trapo húmedo, y contándole que había perdido el amor de su vida. Cada mes le enviaba mil pesetas a Buenos Aires, lo que le pagaban por sus artículos en un periódico. Ella estaba casada con un tipo de setenta y pico años, vivía casi en la miseria, y por la ayuda financiera le correspondía con alguna misiva que él esperaba como agua de mayo. En una semana podía hacer hasta cinco entradas de bitácora sobre el tema: "A."; "Carta de A., golosa"; "Obsesión de A."; "Carta de A.: casi insignificante. Papeles de su marido"; "Obsesión de A. Comienzo una carta erótica".  Así... Uno de los periodistas más considerados y solicitados del país, quizá el mejor autor de las letras catalanas de entonces, dejándose el sueldo de sus textos por las tarjetas postales desganadas de una señora de la que le separaba como mínimo un océano. Lo que es el amor nunca lo explicó tan bien como callándoselo, y eso que tiene aforismos sobre el asunto como para tatuárselos.

jueves, 9 de enero de 2014

Diario (12)

9 de enero, 2014.

   Ayer una señora me preguntó por "los sanitarios". "¿Dónde están los sanitarios?". Yo llevaba ya algunas horas currando, y entre el cansancio incipiente y que las cuestiones que te plantean son como para enmarcarlas a veces (un fulano llegó a preguntarme si los anuncios de teletienda eran ciertos) tardé unos segundos en darme cuenta de que se refería a los baños y no a una enfermería. La primera imagen mental que me vino, de hecho, fue la de gente ataviada con bata blanca y sujetando las planchitas de un desfibrilador en la mano. Por su jeta la señora podía perfectamente estar giñándose o sufriendo un infarto, cualquiera de las dos opciones cabía. Aunque el lapsus fue breve como digo, y por suerte pude indicarle el correcto camino al váter antes de hacer yo mismo otra pregunta ridícula, que sin duda habría derivado en una situación violenta. Pero es que van provocando...

   Tuve un jefe hace tiempo que llamaba "mol" a las escaleras. Te avisaba así por radio: "Diríjase al mol del segundo nivel", y encima se cabreaba - y mucho - si no comprendías sus instrucciones. Más tarde me enteré de que antes de ser gerente trabajaba de decorador. De los más atrevidos además: no pagaba a sus empleados. Había dejado un pufo en La Felguera con unos albañiles que no sé ni cómo seguía vivo, aunque supongo que hay personas que siempre caen de pie. Tienen como una estrella para no estrellarse, por muy gordas que las armen. Éste andaba por ahí todo ufano, en plan macarra ilustrado. "¿Están encendidos ya los óculos?". "Sí, señor Gómez". De entrada les había sorbido la chola a los tenderos, que debieron de considerarle arquitecto o algo así, y luego, cuando ya se percataron de que era un camándula de lo peor, les salía demasiado caro liquidarle - pagar la correspondiente indemnización por despido quiero decir. Cobraba como un diseñador parisino por dar un par de paseos diarios, hacer el paripé por los pasillos y luego encerrarse en el despacho con su secretaria de bandera, una rubiaza de ojos azules que estaba metida hasta las trancas en una secta. Piradísima vamos. Aquel centro era la caña; en tiempos salió incluso en un artículo de Interviú sobre lugares donde "presuntamente" se blanqueaba dinero, con foto y todo. Solo con mirar los presupuestos se quedaba uno atónito, pensando de dónde habrían sacado aquel presuntamente. Por colocar los adornos navideños, por ejemplo, se hacían facturas de 30.000 euros. No compraban ni una bolita, lo tenían todo almacenado en un cubil del sótano y una noche al año venían cuatro tipos subcontratados a colocar los engendros: osos polares (?), duendes con cara de rata, espumillón revenido... 30.000 pavos la broma. No creo que se gastasen ni quinientos. Seguro. Las figuras del belén parecían un grupo de psicóticos haciendo terapia, una patrulla vecinal lista para linchar más que un nacimiento, hasta el punto de que una vez la dueña de la floristería le preguntó al tipo que qué era aquéllo (y sin sarcasmo alguno). "Es El Misterio", contestó él muy melifluo, con dos cojones. Aunque entonces la verdad es que había acertado de pleno.    

martes, 7 de enero de 2014

Diario (11)

7 de enero, 2014.

   Trabajar de cara al público es lo peor. Algún espabilado dijo una vez que el cliente siempre tiene razón, un tópico un tanto opaco para mi gusto, aunque muchos lo interiorizaron hasta el punto de que no han aterrizado aún, y más que a comprar parece que van a montar el pollo donde saben que nadie va a replicarles. Los hay que llegan ya bramando. Según entran empiezan a vocear: "¡Tú! ¡Ven p'acá! ¿A ti te parece normal esto?". Ni idea de a qué se refieren; podrían estar hablando de Felipe V o del flipe de la del tercero, cualquier basura que les desfile lentamente por la materia gris en ese momento; pero la norma es no armarla, asentir, tratar de caballero a un pacón cuyos modales podrían frenar en seco a un submarino atómico. "¿Qué ocurre, señor?". "¿Cómo que qué ocurre? ¿No lo ves? ¡Esto es igual que un chino! ¿Dónde carajo están las parafusas que anuncian en la tele? ¡No las veo!". "En el pasillo de la derecha, caballero". "Claro, ahí escondidas... ¡Menuda atención a la gente!... Anda, tú sigue tocándote las narices, que para eso te pagan... ¡Qué falta de respeto!". Luego se dirige a otra sección justo en el lado contrario y se pira sin comprar nada. Resoplando airado y subiéndose el pantalón hasta el ombligo. Si tuvieses alguna renta y guantes te quitarías uno para abofetearle el morro y retarle a florete... aunque hay que aguantarse.

   El problema no es la falta de cultura, entendida como la acumulación de conocimientos enciclopédicos; es la falta de educación. Tener en cuenta a los demás mínimamente, y cuanto más mejor, es la única revolución fiable y posible. Cualquier sistema planificado con un poco de sentido común podría funcionar si las personas que interactúan en él no se comportasen como vampiros desatados, alimentándose de sangre ajena, o incluso de sudor, y teniendo la simple inteligencia de ceder un poco del esfuerzo propio en beneficio de todos. Es así de sencillo, aunque cuando falta esta cortesía elemental cualquier entramado teórico que se construya para sustituirla se desmorona sin remedio. No es necesario analizar sesudamente la Constitución, ni estudiar la Biblia o el Capital: el número de maleducados, con o sin estudios, es un indicador infalible del nivel de decadencia en que se encuentra una sociedad. La señora que se cuela en el supermercado; el cretino que golpea a un perro o clava lanzas a un toro para divertirse; el listillo que fagocita el trabajo del prójimo alegando que él "se sacrificó más", como si leer fantasmadas sobre economía fuese más duro que cargar sacos de escombro... La crisis no es más que la proliferación de esta clase de comportamientos sumada, de individuos sin conciencia, patriotas o no, menospreciando la labor y hasta el sufrimiento de sus semejantes con argumentos absurdos, o incluso sin ellos ya. Únicamente exigiendo desde su posición de fuerza que les den la razón porque pagan. Yo regalaría sin dudarlo un segundo toda la que pueda tener solo por arreglar algo.

jueves, 2 de enero de 2014

Un poema de Chapu Valdegrama.

Un árbol,
una piedra,
una veta rara
en un tarugo de madera,
un reflejo en la pared,
el sonido del agua.

Con la mirada de un niño
o con el pedo justo
pueden ser un mundo.

Qué digo un mundo,
un universo.

     (Chapu Valdegrama: "Dragones en el jardín (poemas y dibujos)", autoedición, 2013, páginas sin marcar)

miércoles, 1 de enero de 2014

"Primer grado", un poema de Blas de Otero.

Desenredemos el hilo
de los pensamientos, los atardeceres, la avitaminosis.
Con sencillez,
así, Sabina,
con sencillez.
Porque el aire es elemental, la convivencia elemental y la aritmética de primer grado.
No compliquemos la vida,
te lo ruego.

     (Blas de Otero: "Obra completa", Galaxia Gutenberg, 2013, pp. 796)