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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Mis tiranos favoritos (25)

EL GENERAL QUEIPO DE LLANO.

   En julio de 1936 se produce en España una cruzada para salvar a la patria de comunistas, ateos, maricones y demás chusma, según algunos autores. Había que santificar el suelo de la patria, que cristalizase de nuevo el cristianismo, y para eso nada mejor que poner a un sádico sexual al frente de una emisora de radio; es, sin debate, lo que atrae más clientela devota. Las emisiones del general Queipo de Llano eran de alto voltaje. Hay quien sostiene que le pusieron varias estrellas en la charretera porque los dos rombos se quedaban cortos. Pedía violaciones masivas deleitándose, con tal regodeo en las sugerencias y descripciones que hasta los de su propio bando tuvieron que censurar algunas de las locuciones, por aquello del qué dirán los nazis. "¿General Mola?". "Sí... pero mola más Capitán General... ¿Qué cojones pasa?". "Es Queipo de Llano, señor... Ha vuelto a perder los papeles". "¡Menos mal! Pues dígale a la tropa que hay pena de paredón para el que los encuentre, que últimamente hasta el canijo se está poniendo rojo".

   En su Hoja de Servicios constaba que era indisciplinado, díscolo y difícil de ser mandado. No sé si en el ejército se considerarán virtudes, aunque desde luego en una ETT como anoten algo así estás jodido. Se apuntaba como un caza a todos los pronunciamientos que se producían, que en la época no eran pocos, y podía pasar de monárquico de toda la vida a republicano, y de ahí a no se sabe muy bien qué, sin pestañear, como quien en lugar de su tónica vital cambia la del cubata. Pero en fin... a nadie le resultaron sospechosos semejantes bandazos, y salvo un breve exilio por un golpe fallido y un impasse con los primos de Rivera (que por cierto tenía más que San Luis hijos, y con peor mala hostia) siguió ascendiendo y llegó a ostentar los más altos grados militares. Aunque su vocación, sin duda, era la de orador.

   El 15 de agosto (1936) unos cuantos cruzados mágicos se reúnen en Sevilla para conmemorar la festividad de la Virgen de los Reyes, y ya de paso cambiar formalmente de bandera. Estaban Franco, Millán Astray y toda la tropa... y por supuesto no podía faltar Queipo de Llano, que ya que estaba allí destinado en lo universal no quiso perder la ocasión de pronunciar un sentido discurso. Se remontó a la Antigua Roma y sus pendones, cosa que ya empezó a alarmar al personal, porque con lo bocazas y desbocado al mismo tiempo que era la cosa podía acabar perfectamente en una orgía bárbara. También habló de Egipto, no se sabe muy bien a cuento de qué, porque la Faraona no había triunfado aún; supongo que para justificar las ventajas de la estructura piramidal y tal. Pero vamos, que la cháchara fue infame, gastó más ardor que un mechero del chino. Se piraba con la verborrea al pasado y al futuro, mientras los presentes se aguantaban el bostezo y hasta las ganas de desertar cagando leches, porque menudo ñu. En un momento dado se puso a hacer su particular interpretación del color morado de la bandera republicana, como si fuese Rimbaud - o Rambó en su caso. Una especie de teoría cromático-freudiana que tenía más tela que la susodicha enseña. Y es que hablaba así, ojo, y si no la enseñó fue de milagro. Suerte que la República tuvo el buen criterio de no añadir una franja violeta, porque se pone a analizar esa palabra este pistón con pistolón y se va a forzar a la cabra de la legión después. Con el verano en Sevilla y ese apasionamiento suyo vaya sudores... Aunque al final estuvo comedido teniendo en cuenta su repertorio habitual. Simplemente llegó a la conclusión de que el morado significaba "inmoralidad". ¡Toma etimología fina!

   Hace un par de años, celebrando el aniversario del glorioso alzamiento, Ruíz Gallardón tuvo el buen criterio de renovar el marquesado de Queipo de Llano, para que no se perdiese un legado tan ilustre. Luego dicen que en este país no hay memoria histórica. ¡Y una polla no la hay! Lo que pasa es que se acuerdan de unas cosas y de otras no... Si bien Queipo de Llano es conocido, sobre todo, por su contestación a José Valdés Guzmán, encargado de la represión en Granada, cuando éste le comunicó que habían detenido a Federico García Lorca. "Dale café, mucho café". Así es nuestro Ministro de Justicia, y yo diría que nuestra justicia en general. O en generales más bien.



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