Etiquetas

domingo, 22 de diciembre de 2013

Un fragmento de Michel de Montaigne.

   "(...) Y aun cuando para revalorizar el poder absoluto de nuestra voluntad, alegase San Agustín haber visto a alguien que ordenaba a su trasero tantos pedos como quería y aun cuando su glosador Vives fuese más lejos con otro ejemplo de su época de pedos organizados según el tono de los versos que se recitaban, ello no supone tampoco la pura obediencia de este miembro; pues, ¿acaso existe otro por lo común más indiscreto y escandaloso? Además sé de uno tan turbulento y rebelde que tiene a su amo sin aliento tirándose pedos constantemente y sin remisión desde hace cuarenta años, llevándole así a la muerte. Y quiera Dios que sólo sepa por las historias cuántas veces nos lleva el vientre hasta las puertas de una muy angustiosa muerte por negarnos a un solo pedo; y ojalá que el emperador [Claudio, según Suetonio] que nos dio libertad para tirarnos pedos por todas partes, nos hubiera dado el poder para ello".

     (Michel de Montaigne: "Ensayos I", ed. Cátedra, 2012, pp. 151)

domingo, 15 de diciembre de 2013

Diario (10)

13 de diciembre, 2013.
(manuscrito, pasado a ordenador el 15/12)

   Voy a una entrevista de trabajo en los alrededores de Las Ventas. Llego temprano, mucho, y entro en una cafetería de la zona para esperar. Es uno de esos locales con solera - aunque sin papel higiénico, todo hay que decirlo - y algún cartelón evocando espléndidas tardes de torturar toros. Nunca entenderé cómo un supuesto arte puede producir engendros tan horteras, sin el menor criterio.

   Aparte del camarero solo hay un cliente. Un tipo más que maduro, ya quemado, y con expresión muy seria, de mal humor de serie. Lleva, también, gafas oscuras, cosa que en diciembre y a esas horas únicamente indica que eres ciego o que lo estás, o acaso que perteneces a esa clase de señores que añoran los tiempos de cara al sol. Es evidente que es vidente y que se trata, por tanto, de un caso becerro; o sea, que oscila entre las opciones be y ce.    

   La tele está puesta y hay un deváter mañanero sobre Cataluña. Varios tertuliculos hablan de la conga multitudinaria, del posible referendum, de toda esa mierda hervida que nos sirven a diario. El tipo de la barra tiene un cabreo de pequinés con el asunto, rechina, y se pone de repente a soltar un discurso allí en mitad del garito. Particularmente la consulta catalana me importa menos que la del psiquiatra, que ya es decir, aunque el camarero asiente así como muy sentido y el tipo empieza a crecerse, a subir el volumen de la diatriba y los pantalones también de vez en cuando. Habla sin cesar, cesáreo, como si estuviese dirigiéndose al Senado de Roma. Parece un Catón medio catatónico exigiendo la destrucción de Cartago. Convocando ya a todos los manípulos... ¡a la Legión! No sé qué leches le habrá echado el hijoputa del camarero, pero él pide sangre, paredones chorreando, cunetas llenas de incontables tarraconenses. En cinco minutos ya está dispuesto a combatir; si pasase una camioneta militar se lanzaría en plancha al interior. ¡A por ellos compatriotas! De verdad que lo de este país es para mear y no echar gota. Qué pila de tarados. A las 8:15 a.m ya están morados de carajillo y listos para la acción. No hay tregua...

   Al final me contratan como refuerzo navideño y ya no sé si alegrarme o emigrar.



jueves, 12 de diciembre de 2013

Diario (9)

12 de diciembre, 2013.

   Estos días han sido muy comentadas las declaraciones de Rajoy en Sudáfrica, a propósito del funeral de Mandela. Como siempre chambonas, sin un ápice de gusto, ni de tacto, ni de vista... sin el menor de los sentidos en realidad. En un entierro lo correcto y hasta lo cordial si cabe es ensalzar las virtudes del difunto, no las de tu equipo de fútbol. Evocar algún recuerdo en común si lo hubiera, o algún acto notable del homenajeado. O sino, joder, que algún asesor redacte un panegírico diligente del dirigente, lo lees con el rostro muy serio y ya te has portado como un señor. No te engolosines en los goles de tu país que quedas como la gocha; peor aun que el falso intérprete para sordos que salió con Obama, que por lo menos hizo reír al respetable cuando se descubrió el pastel.

   Dentro de los eslóganes vacíos de contenido que suelen usarse para vacilar a las masas el patriotismo de cafetería es siempre el más socorrido, eso es verdad. ¿A quién no le gusta sentirse el más español del chiringuito, pegar un puñetazo en la barra y pedir a voces fusilamientos para los flojos o cualquier cosa que rime y otro chupito? Solo personarse en alguna dependencia administrativa a montarla, a achantar pero bien al del mostrador, lo supera. Vestido de chulapo y diciendo "cotización" así con acento castizo, sílaba a sílaba y soltándole al oficinista pringado perdigones de saliva al cecear. Pertenecer a la vanguardia de la hispanidad bien entendida, decente y de centro, así escorada hacia El Escorial, es algo que tienta a cualquiera, y de ahí que sea el recurso fetiche para hacer que el personal comulgue con hostias o ruedas de molino: convertirlos por encantamiento en gigantes.

   Cervantes fue pobre como una rata. Un desgraciado que las pasó canutas. Se fue a Italia porque había pinchado a un tipo en una bronca - le iban a cortar la mano derecha, qué cosas -, y en Lepanto combatió en un pequeño esquife, sirviendo con fiebre, vómitos y diarrea, una disentería de agárrate, hasta que le hirieron y perdió la izquierda. Igual les pasó a miles ese día. Los alaridos debían de ser atroces, aparte de los cadáveres flotando, la cabeza del Alí Pachá en una pica y toda esa casquería tan gloriosa por ahí esparcida. Si sacasen hoy las imágenes en el informativo la gente devolvería la pasta; tendríamos que girar la cabeza de la repulsión, del asco. Luego el cautiverio, que tela. Como para echarlo también en la tele. Tormentos, vejaciones, palizas, y el tío intentando fugarse a toda costa, escondido como un topo hambriento en ella. O a veces deambulando por el desierto sin un mendrugo ni cobertura siquiera. "¡Malditas compañías...!". Y para colmo el mítico cura exaltado acusándole de cometer "pecado nefando" allí en los baños de Argel. Llegar al hogar y que te quiera llevar a la hoguera un cuervo del dieciséis untado, qué cosas, con un tarro de manteca; que pagues porque te han dado por el culo, vamos. Librar por los pelos y después pasarse los días esperando ya no digo mercedes, sino pequeños empujones que nunca llegaban. No se enrollaron ni para que pudiese enrolarse rumbo a las Indias. Ahí encerrado, escribiendo La Galatea y sobreviviendo malamente en el teatro de este país. Si alguien llega a cantarle aquello de "¿Qué le estará pasando al probe Miguel, que hace mucho tiempo que no sale?", posiblemente hoy no tendríamos novela universal alguna. Se habría quedado colgado de la golilla como otros de las goleadas. No es extraño que fuese alguien con semejante biografía quien logró captar mejor que nadie el verdadero espíritu de este país. Hasta qué punto se nos va la pinza pretendiendo ser caballeros y viendo grandes hazañas donde no las hay.


 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Diario (8)

11 de diciembre, 2013.

   Hace un par de semanas Felipe Zapico me invitó a escoger y recitar un poema en la presentación de su nuevo libro: "Cosas". Lo de nuevo es un decir, porque el poemario fue escrito en 1981; digamos que el que acaba de editar. Andaba pendiente de que me avisen para un trabajo "en navidades", y de entrada había condicionado mi asistencia a que eso sucediese o no. Pero dado que últimamente solo recibo llamadas así como de otros planetas, de voces robóticas que quieren hablar conmigo de tarifas con delfines y flipazos de ese calibre, pues iré encantado.

    Felipe es una de esas imprescindibles moscas detrás de la oreja, si no cojoneras, que les salen a todos los sistemas establecidos. De esas que dicen cosas como que "la colonia huele mal". Volviendo de Londres en avión me sentaron en una fila de cacatúas británicas que iban probando compulsivamente todo el muestrario de perfumes "libres de impuestos"; echándose rociadas generosas de cada frasquito en los dedos para luego metérselos por la tocha. La pestuza era mareante, hasta la arcada. No sabía uno si abrirse en canal o arrojarse a él sin paracaídas. Lo curioso es que, hasta que ayer me puse a leer su "Litro de versos", nunca había escuchado a ningún poeta contar semejante realidad de un modo tan claro. La colonia, en efecto, huele singularmente mal, y en plural todavía peor. Este es un verso absolutamente bukowskiano, influencia reconocida por Felipe y en especial en la obra a la que me refiero. Me recordó a aquel poema de Hank en el que, durante un viaje en tren por la costa, un niño iba mirando durante todo el trayecto por la ventanilla y de pronto decía que el mar era feo. "La pura verdad, y nunca hasta entonces me había dado cuenta", concluía él (cito de memoria). La poesía es, en buena medida, éso, y con Zapico no hay atracos ni otra cara. Cuando dice que Damasco es porque es cierto, y además precisamente allí, donde bombardean a los críos y hay demasiada gentuza empeñada en que nadie se huela el verdadero meollo, el tufo a estupidez y codicia. Felipe hace una lista de los idiotas y la recita a gritos, con un vozarrón bizarro. Que para eso es leonés.

   Muchos de sus poemas (no todos) son auténticos mosqueos. Con la élite política y con las alitas poéticas. Redondo, rotundo: si ellos tienen difusores y sprays pues él también, no te jode, y toda la intención de usarlos sin complejos. "Yo escribo sin su dinero", así de claro. Ni lo necesito ni lo quiero.

   Aunque de ser una apisonadora irritada, irredenta, puede pasar a apasionado todoterreno. A ser una de esas moscas amigas de Machado. Pasarse las horas fotografiando orillas y cigüeñas, o descubrirse de pronto como el doble secreto de Orson Welles o el inspirador no reconocido de la última portada de Reverte (creían que adelgazando al pipas no iba a darse cuenta. Se ve que no le conocen bien. Aunque no ha denunciado para no darle otro disgusto a Mr.T). Tiene, además, poemas de amor magníficos. Ayer por ejemplo leí éste: "El columpio / había quedado roto/ los niños lloraban / y tú solo pensabas / en librarte de mí / en romperme". En "El ladrón de peras" hay toda una sección: "Opérculos sobre tus párpados", que no tiene desperdicio. Me hizo descubrir a un Zapico de registros que ni sospechaba. "Es tiempo de intemperie / desolación / cierzo en la memoria / cenizas. / Una píldora para / matar el abatimiento.  // Es tiempo de abatimiento / y ya no estás / nunca vas a estar, / ni te olvido / ni lo intento". Zapico es un hombre de grandes dimensiones, eso es evidente, y en él caben todos los temas, o al menos todos los que importan. Afirmaba Monterroso en una de sus frases más conocidas que solo hay tres: el amor, la muerte y las moscas... Pues eso, todos. Mezclados y agitados.

No beses
si no amas.

No des la mano
si no sientes afecto.

No des la espalda
ni a tu padre.

martes, 10 de diciembre de 2013

Diario (7)

10 de diciembre, 2013.

   En esa misma plaza de Rábade, en un lugar privilegiado, estaba el local más frecuentado de todo el pueblo: el "CAFÉ ESPAÑOL". En todas partes había uno con ese nombre por lo que sé; eran como la versión franquista de las franquicias. El suelo con baldosas y serrín, la botella de sifón, las clásicas mesas de mármol con el tapete verde para la partida. Recuerdo la máquina de tabaco, que no era de botones, sino de aquellas con tiradores, y las marcas que se ofrecían: Celtas, Rex, Goya, 1X2, Ducados... Más bizarría imposible; no había ni rubio. Si un inspector sanitario de la actualidad se encontrase algo semejante colgado en un garito le temblarían las piernas de la impresión. Podría perfectamente pensar que se trata de un artefacto terrorista. Pero el caso es que funcionaba; había más parroquia allí que donde repicaban las campanas, y fija además, clientes de décadas, de generaciones. Funcionaba hasta tal punto que su propietario, el Rin, se piraba muchas veces durante horas dejándolo abierto y sin nadie en la barra para atender, y los clientes que llegaban se servían a su gusto y pagaban después religiosamente, cogiendo el cambio o dejando propina incluso. Nunca faltó ni un duro (peso) de la caja. Jamás... Aquí al inspector sanitario ya le daría un síncope pistonudo; pensaría que se ha muerto y que está en el otro mundo, en el cielo de los hosteleros, o al menos en otro país. Solo no ver por ninguna parte "al responsable" le haría hecho suponer que seguía en casa.

   El delincuente oficial de allí era el Pena. Ya estaba rehabilitado, o al menos relativamente tranquilo, aunque en tiempos había atracado un banco creo que en Coruña, con dos cojones. Entonces los del oficio no se andaban con pijadas, y él era de los vocacionales, aunque también debía de ser de esos medio profesionales y medio no; de los que son capaces de culminar lo más difícil y luego cagarla en tonterías como para tirarse de los pelos (si es que aún los tienes). Por lo que me contaron el golpe en sí fue un éxito. Entró en la sucursal con el arma, todos al suelo, me cago na cona bendita, y llegó a salir con una bolsa de deporte llena de fajos de billetes de los de Echegaray, el hombre que demostró que ganar el Nobel no sirve de nada. Hasta ahí impecable. Lo que pasa es que después se ve que se apasionó más de la cuenta, por la adrenalina me figuro, y se metió en un chiringuito de los alrededores a ponerse hasta la bola de langostinos. Me parece que fue Confucio el que dijo que si quieres esconder un diamante lo mejor es un vaso de hielo - no estoy seguro, puede que se trate de una de esas citas atribuidas, al igual que a Echegaray no le he leído. En esencia estoy de acuerdo, es lo más juicioso... pero no le eches whisky encima, tío. La idea es no dar el cante. Cuando llegó la policía a tomar declaración a los empleados y demás testigos alguien le reconoció desde lejos, y como ellos dicen "se personaron" en el garito, donde le pillaron con todo el botín y pringado hasta los dedos, sin atender a raciones ya. Pagó no sé cuánto en la cárcel y al salir volvió al pueblo, donde se ganaba la vida trabajando de palista (legal). Era, desde luego, todo un personaje, con greñas y aquel bigotón macarrónico de la época... y alguno de esos tatuajes de punteados azules. "¿Qué tal rapaz?¿Cómo está todo por Asturias?". "Bien, bien...".

   Si había algo sagrado allí era el tute. La partida de la sobremesa era un ritual inexcusable y a partir de las tres el café se llenaba de jugadores de las más diversas condiciones. "¡Ouros!". "¡Teño, carallo!". Voceando todos de la emoción desatada, eso sí. Algunos eran auténticos adictos al naipe. Había uno, el Canario (no sé de dónde le venía el mote porque era más gallego que el caldo; de ser un pájaro fino supongo, o cantar tanto las cuarenta), al que le daban hasta espasmos si no encontraba pareja para la baraja. Por lo general todo el mundo tenía compañeros fijos para jugar en grupos de dos o cuatro, camadas de camaradas ya establecidas. También el Canario, por supuesto; lo que ocurría es que los demás tenían sus límites en cuanto al tiempo de pintarla y él no. La sangre le pedía tute a todas horas. Como a otros el caballo, pero a él todas las figuras. A veces se sentaba solo, cortando las cartas sin tregua, intentando tentar a cualquiera que pasase a su lado. "¿Un tute?". Adultos comunmente, ya fuesen o no forasteros, o sino niños cuando el grado de desesperación empezaba a ser patológico y se le ponían los faros vidriosos, como si estuviese a punto de echársele a volar la boina. Yo mismo jugué con él en alguna ocasión, por pura lástima. Las tardes peores, cuando no arribaba ningún rival, era desolador verle allí con los codos sobre el tapete y la cara tapada entre las manos, al borde del siroco. Era un jugador excelente, magistral. De los que saben cuándo va a salir cada triunfo y subastan con una precisión japonesa. De haber nacido en Las Vegas, Nevada, habría elegido hasta los gobernadores, pero allí tenía que conformarse con el que le tocase en suerte. Y a veces, doy fe, auténticos neófitos que no sabían ni lo que era "arrastrar". Parejas extrañas de verdad. Claro que ninguna lo era tanto como la de el Pena con su guate habitual: un guardia civil. Aquello sí que era como para haberlo grabado. El bandarra del pueblo bramándole a la benemérita: "¿Pero ti estás tolo o qué che pasa? ¿Cómo tiras o cabalo? ¿No ves que che levan o rey ahí, parvo...? ¡Me cago en...!¡Ya nos ganaron, carapijo!". Solo faltaba el inspector de sanidad acodado en la barra y encendiendo un trujas con el orujo.

 
 

lunes, 9 de diciembre de 2013

Diario (6)

9 de diciembre, 2013.

   Ayer comimos en casa de mi primo Suso, cerca de Alpedrete. Mi otro primo gallego, Francisco, acaba de mudarse a Madrid, y aprovechamos para tener una pequeña reunión. A Fran llevaba sin verle años; la última vez no era ni adolescente, y ahora trabaja en una inmobiliaria. En nuestro primer encuentro la semana pasada le reconocí de milagro.

   No sé si Rábade, el pueblo donde nació mi padre, habrá cambiado tanto también. Supongo que no mucho, allí las cosas solían ir despacio, claro que en los últimos quince años se ha acelerado todo hasta el delirio así en general. De hecho Francisco me comentó que andaban construyendo y derribando, y luego construyendo y volviendo a derribar, casetas de pulpo en el campo da feira. "¿Y para qué?". "No lo sé, ni idea. Para gastar os cartos... Están locos". Podría decirse que el campo da feira era el centro neurálgico de la población, junto con la plaza. Allí se desarrollaba la llamada vida social. La plaza, recuerdo, tenía el diseño más básico que pueda imaginarse: un cuadrado exacto dividido en cuatro sectores o más bien grandes losas de hormigón con unos pocos árboles y bancos circundándola, totalmente simétricos y rudimentarios. Sin el menor ornamento además, ni una placa siquiera dedicada a algún fascista ilustre. Pura sobriedad. Sin embargo parece ser que ya la han "arreglado" también, los mismos de las casetas locas. Han puesto una fuente enorme que de cuando en cuando se desborda inundando las casas vecinas, y suelo de madera en el que hay unos trompazos criminales cuando hiela. "No te rías", me contó Francisco," que ya se han escarallado unos cuantos". En fin... cosas de estos tiempos que corren o vuelan o cualquiera sabe. De todo menos andar como dios manda: sin rompernos las crismas.

   Estadísticamente no hay muchos megalómanos severos, con averías serias, aunque cuando coinciden todos en un mismo grupo político hay que empezar a preocuparse. En especial en una tierra como Lugo, donde lo más característico y hermoso de su arquitectura es la sencillez. El emblema de la capital, sin ir más lejos, es su muralla, construcción eminentemente práctica y elemental, mucho más amiga de la roca desnuda y bien robusta que del revestimiento rococó. Y lo mismo ocurre con su casco viejo, donde el empedrado, los pequeños soportales, las galerías y demás virguerías urbanas, son de una simplicidad maravillosa y eficaz. Uno de los escritores más destacados que han dado esos contornos, el mindoniense Álvaro Cunqueiro, tenía una curiosa afición: coleccionaba ecos. Tocaba las palmas bajo los arcos más señeros de Galicia para escucharlos y clasificarlos después. Puede parecer la típica boutade de artista, si bien Cunqueiro no iba de ese palo; se trataba de un hombre muy de la época. Cuando quería hacer el gilipollas se afiliaba a Falange, que para eso estaba... pero oír y catar con calma las resonancias en la arquitectura ancestral era algo fundado y de interés. Yo mismo descubrí lo que era el eco bajo un puente sobre el Miño. Mi padre me llevó con cuatro o cinco años y me lo enseñó. Ni siquiera conocía la palabra y de pronto me vino cuadruplicada, reverberante. Desde entonces, en mis paseos por allí, siempre me adentraba a posta en un puente para probar su acústica, si era o no de los que tenían eco y hasta qué punto. Me parecía como hipnótico. Así que, cuando años más tarde leí aquella inclinación del de Mondoñedo, no solo me quedé con la copla, sino que la comprendí profundamente. Galicia es el lugar con los ecos más hermosos del mundo. Como el propio autor explicó ya no se sabe si son palomas o ángeles lo que se echa a volar entre esas casas de piedra plana y oscura, de piedra abuela. Qué suelos de madera resbaladiza ni qué pollas...



 

sábado, 7 de diciembre de 2013

Cuatro poemas de Juako Escaso.

13.

Creímos
que nadábamos en la abundancia

Hoy sabemos
que nos ahogábamos en ella

.....

17.

No se debe ver la televisión
mientras se come - aconsejan -
ya que podría afectar
al proceso de digestión

No especifican si de la comida
o de las imágenes

.....

38.

En el capitalismo
la realidad es ante todo
ilusión colectiva

praxis
de la alucinación

.....

94.

¿Has visto el tamaño
la indomable belleza
del mundo?

Es cierto: el libro
no llega a cubrir gastos
la gente se descarna
en oficinas
y no hay amor suficiente
para todos pero
¿has visto el tamaño
la indomable belleza
del mundo?

     (Juako Escaso: "Mañana sin amo", ed. La oveja roja, 2013, páginas sin marcar)

viernes, 6 de diciembre de 2013

Un poema de Bárbara Butragueño.

EL PEQUEÑO PÁJARO CAE
y tú te limitas a observarlo
desde tu clara presencia
lo ves caer en su hueco inventado
en su vuelo de elipsis ardiendo.

Y contemplando inmóvil su caída
comprendes que tu calma en círculo
tu desplegado ramaje
no puede ser escalera
pues abierta la jaula
el pájaro persiste en su terror
inventa su parásito
y se devora

y todo para poder habitar
la irreal oscuridad del poema
sin ni siquiera advertir
que el verdadero poema
sólo puede escribirse en libertad.

Ah pequeño pájaro que cae
eres tu propia jaula.

     (Bárbara Butragueño: "Incendiario", ed. Polibea, 2013, pp. 57-58)

jueves, 5 de diciembre de 2013

Diario (5)

5 de diciembre, 2013.

   Uno de los libros que tengo sobre la mesita en estos momentos es "Las peregrinaciones de Childe Harold", de Lord Byron. En la primera parte, o Canto, vale, habla de España, y varias conclusiones a las que llega son: 1) que es un país de gente noble, a excepción de la nobleza; 2) que cuando los señores huyen, mueren los vasallos fieles a los cobardes y los traidores; y, 3) que idolatramos a una patria a la que solo debemos la existencia. Las citas son más o menos textuales, y si las aireo es porque al ser un Lord supongo que tiene inmunidad para no ser detenido y multado por vejar al país si es que vuelve a viajar a él, cosa que no parece probable - que retorne, se entiende. También porque son muy sintomáticas de uno de los males seculares de esta tierra - y en aquella época sobremanera - que desde luego no pasa desapercibido a cualquier turista de neurona ilustre: la escasa o nula capacidad de su (nuestra) clase dirigente, y no solo de la llamada cabeza, sino también de sus troncos y extremidades.

   Últimamente la nueva aristocracia, la económica, se queja hasta la extenuación de la falta de competitividad y preparación de los trabajadores. Nos repiten como un mantra que somos unos mantas, haraganes, codiciosos, inflexibles, soviéticos incluso... lo que se les pase por la chola después de los chupitos. El tejido empresarial se desmorona y la culpa es de los celadores sanitarios; de las pérfidas planchadoras de maternidad. Si en los bancos se supone que hay montante a raudales, pero luego se descubre que no, ¿quién además del infame profesor interino de química puede estar implicado? Todos tuvimos uno y sabemos cómo se las gastan con los fluidos; cómo hacían que se evaporase la liquidez mágicamente allí en sus laboratorios de científicos chiflados. Pensar que los máximos responsables oficiales del tinglado deberían ser en la práctica semejante cosa es un desvarío. Ellos manejaban la información secreta para otros, diseñaban las estrategias de gestión, controlaban los balances pormenorizados y previsiones y daban las instrucciones a diestro y siniestro... pero al parecer el problema era el maquinista del metro, que no medía bien. Se le iba la olla en vacaciones al pobre y les descuadró los cálculos en tropecientos mil millones. Les hizo perder la cuenta con esa cegadora camisa de palmeras que se puso en el Caribe.

   Aquí, cuando se acaba la inversión piramidal, empieza la pirámide invertida. Unos la cagan y los descuidados, los ineptos, resulta que son aquellos a los que les cae la mierda encima. Los señores se escaquean y los vasallos pagan: indiscutible. El punto tercero se había ido atenuando un poco con los años, es cierto... Aunque ya lo van a regular.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Diario (4)

4 de diciembre, 2013.

   Nunca había tenido animal de compañía, salvo un pez que compré en un arrebato: Sócrates. Traté de hacerlo bien, de alimentarlo correctamente quiero decir, cambiarle el agua como me había indicado el de la tienda y todas esas cosas, pero lo cierto es que no duró mucho. Una mañana me desperté y estaba despanzurrado flotando en la pecera, como una especie de gargajo naranja. Lancé un lánguido suspiro, como los románticos, y fui a tirarlo por el váter. Eso era todo lo que sabía sobre mascotas, teniendo en cuenta además que Sócrates no era especialmente comunicativo - o tal vez yo no lo entendía cuando abría y cerraba la boca, que debo reconocer que lo hacía con frecuencia. En cualquier caso no llegamos a tener una relación muy cercana, interactuábamos lo justo, y recuerdo que en algún momento hasta me arrepentí de haberlo comprado; no por las molestias, que eran insignificantes, sino más bien porque no acababa de comprender qué hacía aquel pobre bicho allí, en un frasco con ínfulas y sin una mínima decoración de corales.

   El caso es que, desde hace algún tiempo, convivo con dos gatas y un gato. Cañeros además: una gorda obsesionada con que le abran el grifo, desde las seis de la mañana hasta las doce de la noche, y un retaco camorrista más malo que la madre que lo parió; un punk que sacamos de un motor donde se había quedado atrapado, que ya hay que ser notas. La tercera es la más serena. Se llama Sola y hace honor a su nombre, porque así es como le gusta estar, cosa que entiendo perfectamente. Por lo común se subía al respaldo del sofá, igual que una pequeña gárgola, y allí se pasaba horas como en trance, oteándolo todo sin moverse ni un milímetro a no ser que alguien se pusiese cariñoso con ella, en cuyo caso se le disparaba la zarpa como si tuviese un resorte. Era como una hare krishna con mala hostia, pero al menos se comportaba con cierta sensatez. Claro que desde que llegó el nuevo fichaje, el enano, anda revolucionada también. Las dos lo están, cada una a su manera. Llevaban una vida de señoras florero, del cojín al chorrito de agua fría abierto por el mayordomo calvo o ahí practicando el budismo agresivo, sin la menor turbulencia en sus rutinas. Solo les faltaba la mesita con pastas y té gatunos y la partida semanal de perseguir la pelotita por el patio. Y de repente, claro, aparece de la nada un bandarra con rabo de escobilla a comerles el pienso y la moral y se monta pero fina. Anda por ahí agazapado el cabrón, las acecha escondido como si estuviese de caza y cuando pasan les salta al cuello a morderlas igual que un vampiro psicótico, unos ñascos que meten miedo, y ahí empiezan ya todos a sacar las uñas y a bufar en alto que más que un salón parece un documental de la dos lo que tenemos. Maullidos desconsolados, acrobacias en los muebles, reyertas con garras blancas. Sola ya tiene una paranoia severa: lo diquela todo por si intenta tenderle una emboscada el díscolo, y me parece a mí que lo de la paz espiritual va a tener que aplazarlo a otra de sus siete vidas, porque de momento se le jodió el zen y hasta la cena como se despiste. Así andan... Lo llamativo para mí es que poco a poco empiezo a interpretar sus movimientos y hasta sus sonidos, las distintas modulaciones y tonos. Por supuesto sé cuál miaga y casi casi lo que quiere. Lo que dice, si es que se puede decir así. Este nivel de comunicación con los animales es algo nuevo para mí; antes un gato me parecía esencialmente lo mismo que otro gato, no apreciaba diferencias sustanciales en sus comportamientos, pero el comprobar en la práctica (científicamente es ya una perogrullada a estas alturas de la biología) que todos tienen un carácter muy marcado y consecuente, experimentarlo por mí mismo y a diario, está siendo una vivencia muy curiosa que aún no sabría muy bien cómo calificar. Diría que enriquecedora de no ser por el precio que le ponen a su comida y el ritmo de autómata al que zampa la gorda, o los cuidados veterinarios y etcétera. Pero hermosa seguro, aunque me despierte cagándome en dios muchos días. Al final les quieres como son, sin trampas.

   

martes, 3 de diciembre de 2013

Diario (3)

3 de diciembre, 2013.

   No seré yo quien ponga en duda la generosidad de los valencianos. Durante todo el fin de semana no pararon de hacerle regalos a Ana, y el sábado, incluso, el propietario de Chez Lyon nos invitó a comer allí, ¡a seis personas! Y menudo menú: todo delicatessen, virguerías de alta cocina y en abundancia. Entre los entrantes había unos chorizos de ciervo que eran como para empezar una berrea allí mismo de lo buenos que estaban. Era hasta abrumador todo; daba la sensación de que de un momento a otro iba a entrar el sastre de Camps con uno de sus surtidos de trajes y corbatas sin cobrar para ponerse a repartirlos. O a tirar del hilo: "¿Quién quiere tomar medidas? Aquí traigo la cinta...". Algo impresionante.

   Javier hizo de cicerone durante la visita. Como prometió nuestro primer destino fue ir a ver el mar, desde un café de Alboraya. Allí picamos algo, que estábamos esfamiaos - habíamos salido de Madrid casi sin comer - y después directos al recital, en Xirivella. Muy emotivo: una concejala del Partido Popular se echó a llorar y todo en la tarima. Para rematar se vendieron la mayoría de los libros, hasta el punto de que el último día ya no quedaban y hubo gente que no pudo comprarlo. No era, claro está, una cifra astronómica, aunque tratándose de poesía casi que sí. El editor le dijo a Ana por teléfono que era la primera vez que le ocurría algo semejante, y al parecer era el número máximo de ejemplares que podía mandar la distribuidora de una sola vez. Están teniendo tantos pedidos que, por lo pronto, han limitado los envíos a esa cantidad. La obra ha gustado mucho y se nota.

   Se publican muy buenos libros de poesía en la actualidad, pero yo diría que éste responde a una necesidad muy específica y muy latente: rescatar tesoros interiores. Creo que es en buena medida su secreto, aparte de que los poemas de Ana son muy accesibles, no son esos mapas complejos en los que uno se pierde y puede acabar perfectamente en Mongolia. Los tiempos están para ello, casi para coger un detector de metales y ponerse a pañar ferralla vamos, y redescubrir algo que tanto se empeñan en arrebatarnos, con belleza y solidez, con humildad también, es una cosa que no solo gusta, sino que interesa. Cualquier persona, habitual o no de los versos, puede encontrar allí una guía directa a lo que importa, a lo cercano y lo arcano de su personal camino, que es algo más valioso que los lingotes y hasta que los lingotazos. Es la vida en toda la extensión de la palabra, labrada día a día y pese a todo. La vida que verdaderamente merece ese nombre y no las identidades que nos tienden como una colada sucia.