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lunes, 7 de octubre de 2013

Unamuno y los paisajes.

     "Unamuno me dijo que Pereda, a pesar de haber descrito paisajes que habían producido gran impresión en la gente de su época, incluso en las personas de sensibilidad de su época, era un hombre absolutamente incapaz de ver un paisaje, hasta el punto de que una vez le dijo, Pereda, que la Naturaleza le repugnaba absolutamente. Añadía que Ruyra era un caso igual al de Pereda, en lo que al paisaje se refiere y que ambos escritores eran, en este aspecto, intercambiables. Tanto los paisajes del escritor castellano como los del escritor catalán son paisajes de gabinete, completamente artificiales y totalmente extraños a la realidad. De momento no supe qué contestarle a Unamuno.

     Con referencia al autor de El sabor de la tierruca, Unamuno fundaba lo que decía con pruebas de un peso tremendo. Unamuno tenía cartas de Pereda que demostraban que el primer sorprendido de que el público gustara de los paisajes que contenían sus novelas era Pereda mismo. Unamuno no conocía personalmente a Ruyra y, por tanto, desconocía lo que pensaba de los paisajes que había descrito. Lo que sí conocía y a fondo el profesor era la literatura que Ruyra había construido. Por lo que a Pereda hace referencia, no supe, como ya dije, contestarle nada. En cambio, traté de disuadirle de la opinión que sobre Ruyra había formulado.

     - Ruyra es un gran paisajista - hube de decirle.
     - No creo - me contestó.
     - Nadie como Ruyra ha sabido describir el mar...
     - ¡Por Dios!

     Le pedí un ejemplar de Marines i boscatges, que el profesor tenía a mano en su despacho, y leí varios trozos, al azar. Primero sobre el mar y luego sobre los bosques. Unamuno escuchó muy atento y fue animándose a través de la lectura.

     - Esto tiene un cierto aire, en efecto - me dijo. Y después de una pausa añadió -: Verdad es que a mí el mar no me gusta...

     Cuando a Unamuno se le daban razones, se batía en retirada rápidamente. Esto pude observarlo en Salamanca, en París y en Madrid, centenares de veces. Luego le leí unos fragmentos sobre paisajes boscosos.

     - Desde luego, desde luego... - dijo -. Lo que pasa es que los bosques a mí me repugnan.

     Esto sucedía en 1921. (...)".

     (Josep Pla: "Viaje en autobús", ed. Austral, 2013, pp. 188-189)

   

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