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domingo, 12 de mayo de 2013

Un fragmento de Francisco Umbral.

   "Mas la violencia está en la calle, el maretazo oscuro de la política, y pasa otra vez el ala nocturna del miedo, canta la sangre y el dolor, y hay grumos humanos, embolados, atropellos de luz en la luz, de sombra en la sombra. Algo está pasando. Así camina la Historia, hijo. A golpes, a traspiés, con latigazos de sangre y gritos de odio. A días veo muy claro el progreso dialéctico del mundo, el ensanchamiento de la humanidad, las luces venideras del futuro. Pero a días todo está negro, hijo, cargado de inminencia, obcecado de fatalidad.

   El mundo reposa en la explotación y se desplaza por la guerra. El mundo descansa en el explotado o avanza sobre cadáveres. Puedes elegir entre la esclavitud y la muerte. O ni siquiera eso. Eligen por ti. El hombre sólo ha sabido erigir escaleras de peldaños humanos. Todo se hace a costa de alguien. Enseñar Historia o grandes monumentos es enseñar crímenes. Vivimos sobre el terreno pantanoso de los explotados, pisamos las arenas movedizas de inmensas extensiones de sufrientes. Landas de sangre iluminan nuestro paisaje.

   ¿Avanzamos en círculo, en línea recta, en zigzag? ¿Avanzamos siquiera? Mira a un obrero de cerca. "Es tan persona que asusta", como dijo alguien de otra cosa. Hay tras él generaciones de esfuerzo, viene del fondo revuelto y gremial de los oficios, las epidemias y el hambre. Qué genealogía de pestes, qué siglos de Historia taraceados en sus manos, en su frente.

   El ocio, la belleza, la cultura, borran el pasado. Los que se quieren insignes, nobiliarios, carecen realmente de tradición, de historia, como un objeto demasiado nuevo. En quienes está la Historia es en los pobres. Todo puede leerse en ellos.

   Batallas, trabajos, sufrimientos. La historia de las enfermedades y la historia de los monumentos. Todo está en el cuerpo de un obrero. Han movido el mundo. Han hilvanado en su pecho desnudo los fríos prehistóricos, las hambres medievales, la esclavitud romana, el esfuerzo gótico, la hoguera cursiva de las revoluciones y la geometría negra de las cárceles. Mira a un obrero.

   La escritura musical de Beethoven y los sonetos miniados de Shakespeare. Todo ha sido escrito sobre la piel del pueblo, porque sin esas columnas de esfuerzo, sin ese subsuelo de sangre, nada se habría mantenido en pie. Pero cada obrero es una mina que estalla. La cultura luce sobre un campo de minas. Así, todo es provisional. Habría que hacer justicia, hijo, de una vez para siempre, no sólo por la justicia misma, no sólo por el hombre, nuestro hermano, sino por abolir la provisionalidad de la Historia, por darle un firme verdadero al mundo. Todo se ha fundado sobre un equívoco, sobre un engaño, sobre un malentendido, sobre una falsedad. De modo que nada se ha fundado verdaderamente. Nos sentimos provisionales porque pisamos víctimas. La Historia no ha empezado. El tiempo y la cultura sólo son un error. Dejaremos de ser provisionales cuando seamos justos".

     (Francisco Umbral: "Mortal y rosa", ed. Destino, 1994, pp. 108-110).

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