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miércoles, 27 de noviembre de 2013

Diario (1)

26 de noviembre, 2013.

   Hoy es la presentación de "Las sumas y los restos". Ana andaba un poco nerviosa la noche pasada, aunque al final no tardó en dormir demasiado.

   La acompañarán Juan Carlos Mestre y Rafael Reig, además del editor, Juan Pastor. Sabina de la Cruz llamó a casa ayer diciendo que no podría estar, que lo sentía mucho, y que enviaría una nota para que se leyese. Se la escuchaba afectada al teléfono; desde que se conocieron en Bilbao se ha encariñado con Ana y ha hecho todo lo posible para que la edición y distribución del libro sean de la mayor calidad y eficacia posibles. En todo caso nos ha citado a los dos para la próxima semana, que va a pasar aquí en Madrid. Es una señora encantadora, toda inteligencia y nobleza.

   Ya llevo bastante avanzada la lectura de las "Obras completas" de Blas de Otero que nos regaló. Hasta hoy conocía sus libros más destacados, que había leído en su momento, y algunos textos sueltos, pero buena parte de su producción estaba prácticamente olvidada. Me sorprendió, de entrada, su "Cántico espiritual", título significativo donde los haya. Poemas de los primeros años cuarenta, impregnados todavía - como su nombre indica - de una fuerte religiosidad, que entonces era un sentimiento omnipresente en Blas de Otero. A punto estuvo de ser sacerdote, y en una época en la que aquélla no era precisamente una vocación que se pudiese tomar a broma, obviando las formas y doctrina más estrictas quiero decir, el catolicismo ultraortodoxo y con olor a cirio. Cuando comencé la lectura Sabina le dijo a Ana "que no me asustase", o algo así, con ese primer poemario. En absoluto; si bien no es uno de mis registros favoritos, la poesía espiritual, enfocada desde la abnegación que da la fe, tiene una fuerza enorme cuando es de verdad sentida y honesta. Onetti decía que solo hay dos clases de escritores: los que hablan consigo mismos y los que hablan con dios. Y ambos son, en mi opinión, igual de legítimos. Si los poemas son buenos por mí como si hablan con una vaca, sagrada o no. El mes pasado, sin ir más lejos, volví a leer a Fray Luis y compré una antología de Sor Juana Inés. Los dos inmensos. Y el "Isidro" de Lope de Vega, un tocho de diez mil versos, en coplas castellanas, que incluso acabé, de cabo a rabo. Por otro lado los sonetos religiosos de Lope son magníficos, de una limpieza y una devoción totales. Súplicas desde la pura humildad, siendo él quien era, desde el dolor de saberse insignificante y perdido, pecador, y buscando el Perdón con mayúsculas, el camino más elevado para sanar su alma, sin paripés ni retrancas retóricas - el Fénix era de los que tomaba disciplinas al final. Poniéndose enteramente a disposición de (su) Cristo, de rodillas ante el poder de la Vida. Pueden, desde luego, no compartirse las maneras, los símbolos, pero si tal cosa no es un impulso poético de primer orden que baje dios y lo vea. Siglos después sigue vigente, salvando el salto cultural de casi cuatrocientos años. Y puede que hasta sin superar. Al borde de la muerte, mientras ya lo sangraban, pronunció sus últimas palabras: dijo que la verdadera fama era ser bueno, y que él cambiaría todo cuanto había tenido por poder hacer un acto más de virtud en la vida. Ahí está la pedrada. Quien tenga algo mejor y más alto que decir desde la agonía, o desde la tarima de maestro, que tire otra.

   (Del "Isidro" - I, 370-380 -:

   Que al natural la doctrina
   de perfeccionar acabe
   es justo, mas no se alabe
   quien sabe como imagina,
   mas quien con provecho sabe.

   No saber en contingencia
   que el errar con advertencia,
   tengo por mejor ganancia,
   y una fiel ignorancia
   que una temeraria ciencia.)


27 de noviembre, 2013.

    La presentación quedó guapa, más que competente. Había unas cincuenta personas y el local era agradable, cómodo y con abundante espacio. Reig y Mestre estuvieron muy bien, cada uno en su estilo, atinaron con el libro y las introducciones fueron pertinentes, sin tracas y con carácter. Luego Ana hechizó al público, estaba sembrada, y hasta el editor se emocionó yo creo cuando vio que había gente que se llevaba dos o incluso tres ejemplares del expositor, para regalar por navidades supongo. Al final se acabaron los que había. Tratándose de un volumen de poesía es algo bastante insólito, aunque la obra es buena, yo creo que la mejor de Ana hasta hoy. Se merece un hueco en el estante y los instantes de cualquier persona interesada en la poesía escrita en la actualidad, que no deja de ser la misma de siempre remozada o en más voces. Eso seguro.

   Durante las firmas salí a la calle a fumar con Gsús Bonilla. Otro que está evolucionando en el mejor de los sentidos. Hace cambios de astronauta en cada libro; se pone a explorar otras selvas de cocos y hojas enormes; y aunque como planteamiento suena bien, algo que casi cada creador suscribiría, implica riesgos evidentes, empezando por el de perderse y quedar sin víveres con los que innovar o a merced de las fieras - que las hay y a patadas, con las fauces y zarpas disfrazadas o no. Por lo común un autor encuentra un estilo navegable y por ahí sigue. O uno golfo y ahí atraca. No me parece mal, ojo, es tan digno como todo lo contrario si los textos lo son. Aunque los hay también que llegan a saturar; que ya fieden, como se dice en Asturias, siempre con y en la misma línea. Acaban pareciendo tendales, y si acaso intentan dar un giro importante al percal ya ni ellos mismos se entienden. Se les pira la famosa inspiración de pronto. Otros dan unos bandazos que parece que le están tocando las maracas al respetable. Eso es algo que está muy bien si eres el rey del mambo, pero si no a mí solo me sugiere miedo, o mucha mierda. Alguien debería explicarles a esos sujetos tan crípticos y avanzados en lo suyo que el jeroglífico no es nada moderno. Que ya las momias los usaban para decorar tumbas, y que hasta en las revistas de pasatiempos de toda la vida pasaron de moda. Viñetas de náufragos, sí; jeroglíficos, mejor mirar directamente las soluciones. De crío me volvía majara con aquellos ojos y dedos señalando objetos, tratando de desentrañar la palabra, aunque llegó un momento en que azoté aquellas páginas a tomar por culo de un patadón y me fui a comprar tabaco, para no volver nunca. Crecimiento se llama, y es algo muy natural en una medida razonable, sin perder la tierra de vista, ya sea el planeta o la materia donde se planta y hay raíces. Y eso es lo que Gsús hace: aumentar sus registros con solvencia, sin ser otro lunático soplando sobre las cenizas a ver si alguien se ciega. Menos mal.

   No conocía aún la calle Serrano. Ayer estuve allí por primera vez. Era un poco como esperaba: boutiques, joyerías, rajoyerías, tiendas de esas de "tendencias" en las que te cobran hasta por estornudar. Pero al final son covachas de lo más chabacano, pura tramoya. Bodrios para endiosar y endosar su vidrio. Se ven más guardias "al cabo de la calle" que vanguardias, eso fijo. Un espejismo como otro cualquiera. Lo que más llamó mi atención fueron las aceras: anchísimas. Se nota que hay peces bien gordos caminando por ahí. En general en Madrid son estrechas como cintas, para pasear con otros hay que ir en fila india casi, esquivando sin parar. Claro que donde hay cuartos y medios se nota. Me contaron que la ampliación se realizó no hace mucho. También que excavando se encontraron unas ruinas arqueológicas y que le echaron hormigón al yacimiento a toda leche, no fuese a crear incomodidades al distinguido vecindario. Gente por ahí sacando vasijas viejas, qué vulgaridad... Haciendo fosas con mono y dándole al pico, o lo que es peor: ¡descubriéndolas! Menudo miedo. A los difuntos hay que dejarlos donde están y no perturbar el descanso. A ver si se va a llenar el barrio de posters-gays de esos, como en Chueca, y luego a ver quién duerme tranquilo. Con que nos ensanchen la acera nos basta de momento, muchas gracias. Son así...


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