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domingo, 16 de diciembre de 2012

Dos poemas de Eugenio Montale.

Conozco la hora en que la cara más impasible
es cruzada por una cruda mueca:
se revela un instante una pena invisible.
No lo nota la gente de la atestada calle.

Vosotras, palabras mías, traicionáis en vano la mordedura
secreta, el viento que en el corazón sopla.
La más cierta razón es de quien calla.
El canto que solloza es un canto de paz.

.....

Tal vez una mañana yendo por un aire de vidrio,
árido, veré, volviéndome, cumplirse el  milagro;
la nada a mis espaldas, el vacío detrás
de mí, con un terror de borracho.

Después, como en una pantalla aparecerán de golpe
árboles casas colinas para el engaño usual.
Pero será demasiado tarde; y me iré callado
entre los hombres que no se vuelven, con mi secreto.

(Eugenio Montale: "Huesos de sepia y otros poemas", ed. Orbis, 1983, pp. 62 y 66; traducción de Carlo Frabetti).

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