El tiempo ha pasado y vuelves a mi memoria.
Tu auto trepando hacia la sierra, la CreamRica
¿recuerdas?, volteando a la derecha, todos
esos moteles.
Entonces éramos nosotros; no tú, no yo. Me quiérote
te gózame, me amándonos, decíamos.
¿A quién llevas ahora? Contigo entre las piernas
¿quién pega alaridos y triza los espejos
donde nos repetíamos bestiales y dulcísimos?
¿Qué otro vientre recibe tu miel mía, peruano? Di
qué frívola puta, qué sórdida hipócrita limeña,
qué casada cuidadosa del cornudo.
Hijo de perra, ¿lo haces? Pero allí no, nunca, con
nadie vuelvas a la habitación 35. Que se te
muera para siempre, que se te pudra si regresas.
Una vez dije allí no ¿recuerdas?, dije después
donde quieras. Tú me observabas igual que un
entomólogo, eras un médico lascivo examinando
una muchacha muerta de amor: no hables, eres
una muñeca, un cuerpo sin voluntad, y me
tocabas probándome y fui durazno de esos
que se abren con la mano.
Un durazno, dijiste a mis espaldas, a la luz de la
tarde, separando con suavidad mis carnes,
descubriendo lo que ni yo conozco, mi zona
más oscura, la que guarda esa caricia atroz,
obscena y tuya que no olvido.
Júralo: no has de volver a esa cama con nadie. Me
has negado tu cuerpo, el que gustaba mirar
impúdico y erecto viniendo a mí, el tuyo que
era el mío. Concédeme eso entonces: anda a
otro sitio a hacer tus porquerías.
O vuelve a la habitación 35. El tiempo ha pasado,
ya no hay sino recuerdos y Amarilis qué puede
sino juntar palabras. Ahora somos tú y yo, no
existe más nosotros. Uno y uno, dos solos: yo
y esa mierda que tú soy y yo añoras, desgraciado.
(Figura en la "Antología de la lírica amorosa", ed. Vicens-Vives, 1990, pp. 181-182, atribuido a Márgara Sáenz [1937-1964]).
(*) La autora es una invención. El poema fue compuesto conjuntamente por tres escritores peruanos - Mirko Lauer, Abelardo Oquendo y Antonio Cisneros - para una antología de poesía erótica publicada en los años setenta. Hasta que la travesura o lo que fuese quedó al descubierto se formó cierto revuelo. Según Miguel Ángel Huamán por encontrar en un mismo texto tres rasgos inverosímiles: poeta mujer, ecuatoriana y buena. Pero el caso es que se armó pistonuda: hubo - Gabriela Falconi: "El extraño caso de la poeta guayaquileña Márgara Sáenz (1937-1964)" - hasta una manifestación que culminó con la obligación legal de incluir el poema en los libros escolares, como ejemplo de la producción intelectual de la mujer ecuatoriana y latinoamericana; y en Guayaquil existe al parecer o existió la Plaza Márgara Sáenz, con monumento en mármol y acero a la escritora incluido. De hecho en la antología donde yo lo leí no se dice nada al respecto, y se da por real el nombre, aunque sin más datos que esas dos fechas de nacimiento y muerte y apuntar que el poema fue extraído de la excelente selección de José Batlló, "Cien poemas de amor de la lírica en lengua castellana", Lumen, Barcelona, 1987.
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