Etiquetas

martes, 15 de enero de 2013

Mis tiranos favoritos (9).

     LEÓNIDAS TRUJILLO

     Tenía un nombre con empaque, de legendario rey guerrero espartano, casi de rey de la selva. No obstante con el apellido ya se volvía peleón a secas, un poco vino de oferta, y si a eso le añadimos que tenía la voz de pito y su mote desde la infancia ("Chapitas") pues en fin... que más que escocer pero bien al imperio persa posiblemente les habría animado a subir a degüello hasta Escocia. Además se echaba sus buenos polvos varias veces al día. Polvos de los de blanquear el careto, de los de ilustrado cateto, para gobernar más blanco que sus patrias vecinas. Si le comparase con Michael Jackson no sería el primero, aunque ése al menos sí era el rey del pop por derecho propio. Técnicamente Leónidas se había autoproclamado también rey vitalicio de la República Dominicana, claro que eso no cuenta, en la época y la zona se nombraba rey a sí mismo y así mismo hasta el macarra de los cocos maraca. Se repartía el poder como una baraja vieja. Él en particular como si estuviese solo en la partida, y jugando al monopoly además. El aceite, la sal, el cemento, la harina, los fósforos, las pócimas para la virilidad... sin límite. Ponía su nombre hasta en las matrículas. No en vano empezó en el oficio de cuatrero y luego se dedicó en sus raptos libres al robo postal, haciendo estafillas en las estafetas. Pero vamos, que lo más cerca que había estado de la realeza real fue cuando dirigió una especie de banda de Latin Kings conocida como "la 42". Estaban Alí Babá, los otros cuarenta de la cueva y él ahí batiendo la batuta.

     El Secretario de Estado de los EEUU, sin embargo, le consideraba uno de los más grandes hombres de América Central y de la mayor parte de Sudamérica. Leónidas The Great II. Aunque es probable que el menda no distinguiese entre las Termópilas y un termo a pilas, sobre todo si se lo explicaban muy deprisa. Los Secretarios de Estado USA son así, los sacas del anglo y se les empatona la lengua, se empachan como si estuviesen masticando caucho. Y matizar bien el español tenía su relevancia allí, bajo el mandato de Trujillo. Si no pronunciabas la "erre" como una avioneta podían confundirte con un nativo de Haití, y ay de ti. Decir por ejemplo corral con poca propiedad, como si fuese algo rojo submarino, era suficiente para que te metiesen en uno de ganado; o un machetazo corrector, como al perro de San Roque. Claro que al final le salió cara la cosa: 522.000 dólares de indemnización. Según las distintas cifras entre 25 y 29 $ se cobraron por cadáver, a cargo del presupuesto nacional para alpiste. No las familias de las víctimas, sino Sténio Vincent, el rapaz de al lado, en efectivo y con un efusivo abrazo. Para que se notase bien que, vitalicios o no, los dos eran vitalistas ante todos. El episodio se conoció como "la masacre de perejil" - no confundir con la gloriosa gesta española con viento de levante, que fue muy posterior. Se llamó así porque en muchos casos la palabra a decir correctamente antes del machetazo - o no - era esa: perejil. Si el Secretario de Estado de la american people se hubiese visto en semejante trance fijo que habría cambiado de manera radical su opinión sobre Leónidas. Es lo que pasa a veces por decir las cosas sin saber.

     Ordenó erigir 1880 estatuas en su honor. En los treinta y un años de reinada que se marcó salía a más de una a la semana, así que debía de tener más inauguraciones que granos de arroz desglosados para glasearse, ahí cortando cintas con toda la corte y la fanfarria y el tricornio de fantasía y fantasmón. Luego estaban los poetas locales, que no paraban de loarle a lo loco. Hasta 103 llegaron a reunirse en una antología para conmemorar los veinticinco años de la Era del Benefactor. Algunos eran nombres ya consagrados, como Juan Bautista, y otros un poco más inéditos, como Altagracia viuda de Noboa o el inefable Franklin Mieses, que se arrancaba en heptasílabos al menor despiste:  "¡Loor a ti, forjador / que al oso de la estepa / un vallador pusiste / con la excelsa presencia / de la palabra: Dios!". Para morirse de miedo con lo del oso mongol. Aunque sin duda la más brillante en la lista de los iluminados era su esposa María, Primera Dama de las Letras Antillanas. Era dramaturga ocasional, si bien su obra más célebre y alabada fue Meditaciones morales, una novísima fusión del pensamiento de las santas Teresa y Claus. Ambos se habían conocido en un intercambio de parejas, de los de leña al mono, cuando a ella la apodaban "la españolita" - hablo de los Trujillo- ; claro que después se arrepintió y abrazó con fuerza el catolicismo romano en lugar de al maromo de la vecina. A veces pasa - y como señaló el poeta ni dios dijo nunca que desear al hombre de la prójima fuese pecado, si nos ponemos ortodoxos. Conque al final había tenido una conducta cristiana más intachable que sus libros, y si alguien lo ponía en duda pues se lo cargaban y tan legal, que fue lo que le ocurrió al tipo que reveló lo del intercambio. O a Jesús de Galíndez, que tuvo el descaro de afirmar en su tesis La era Trujillo: un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana, que el hijo del rey Leónidas no era biológicamente suyo, entre otras osadías de la estepa. Fue secuestrado en Nueva York y después desaparecido, en una operación cuyo coste total superó el millón de dólares de los de entonces. Más o menos el doble de lo que costaba cercenar a veinte mil campesinos haitianos con acento ceceante. Aunque éste era profesor en la Universidad de Columbia, y vasco además, de los del PNV de la época. No resultaba tan simple atraparle con el truco de pronunciar la "erre" dura.
 




No hay comentarios:

Publicar un comentario