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martes, 6 de mayo de 2014

Diario (38)

6 de mayo, 2014.

   Empieza a notarse el bochorno. El que anuncia el verano y también las elecciones europeas. Con los años la propaganda política cada vez se parece más a uno de esos popurrís de grandes éxitos, de mendas y donmendos cantando sus alabanzas, abalanzándose sobre el personal en el mercado de carne para darles un buen magreo y hasta un folleto si quieren. Cualquiera puede entender que es mejor ser un idiota dirigido por sabios que un sabio dirigido por idiotas, pero parece que siempre hay un porcentaje suficiente de personas que no están dispuestas a aplicar esta ecuación en la práctica. Quieren que ganen las gangas y votan lo más barato, o lo que se anuncia en la tele. Es así de simple. No hace falta recurrir a complejas explicaciones sociológicas: basta con repetir insistentemente que fulano es el candidato que mejor blanquea, o que ese tufo a mierda es en realidad fresco olor a pino recién plantado; porque el debate va como de váteres al final, es el mismo mecanismo que se usa para elegir una lejía. Mira qué limpieza, qué transparencia, cómo brilla todo y te reflejas con nuestro producto. Puedes hasta chupar del bote con moderación.

   A día de hoy es poca la diferencia entre un programa electoral y el de una lavadora. A un lado va el suavizante y en el otro el detener gente; le das al botón para que todo gire bien rápido y ya está lista la colada. No hay nada que entender, sólo se tiende así cogido con pinzas, unas cuantas camisas del color que sea o incluso una gran bandera cara al sol para que rabie la patria vecina. Luego, cuando ya todo esté seco otra vez, viene la plancha, ordenar y guardarlo todo bien sometido en el cajón de siempre... La única diferencia, quizá, es que los electrodomésticos al menos traen garantía por uno o dos años, y que quienes los arreglan se llaman técnicos, no tecnócratas. El pulsador luminoso que pone "demo", por otro lado, tampoco significa democracia. O eso creo.



 

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